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Del cartel de «Wanted» a la calle, vía Arkaute

Acualquier persona a la que le haya tocado esperar en la cola de un aeropuerto o en las oficinas para actualizar la documentación oficial habrá visto esos carteles en los que los cuerpos policiales españoles establecen el ranking de «los más buscados». Dado el índice de personas detenidas en Euskal Herria durante las últimas tres décadas -alrededor de un 1% del total de la población-, también es probable que muchas de esas personas se hayan estremecido al ver la foto de un familiar, de una amiga o simplemente de un vecino en uno de esos carteles. Ni qué decir tiene si la foto que aparece es la tuya y estás en espera de acudir voluntariamente a la Audiencia Nacional para declarar sobre la inculpación que un amigo tuyo detenido anteriormente ha realizado bajo torturas inenarrables.

Ese es precisamente el caso de Agurne Salterain y Oroitz Aldekoa, detenidos por la Ertzaintza en su casa de Iurreta el pasado domingo. Su detención fue considerada por Javier Balza como «muy importante» a la vez que era aplaudida por su superior en el escalafón del Estado. Los medios de comunicación hicieron de las imágenes del caserío familiar una estampa bucólica que escondía también algo importante. Por lo tanto, todo era muy importante, hasta que ayer los detenidos pasaron por la Audiencia Nacional y quedaron en libertad.

En ese contexto, diga lo que diga el lema elegido por el partido del consejero Balza para las elecciones al Parlamento español, vivimos en un estado en el que los jueces y la Policía ejercen de sheriff del Lejano Oeste y empapelan sus oficinas con carteles de Wanted; un estado donde los políticos no entienden las normas básicas de la democracia; un lugar en el que los que mandan de verdad son los latifundistas, los grandes ganaderos y los banqueros, y donde la prensa es una mezcla de cronista de las hazañas de las autoridades y boletín oficial; un estado en el que el párroco combate al demonio mientras da cobertura moral a los linchamientos. Y la Ertzaintza aparece unas veces como vanguardia y otras como mera delegada, como la garante del estado de cosas que nos impone ese cercano oeste que es el Estado español.

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