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Alvaro Reizabal Abogado

La gran fiesta de la democracia

Lo que ya rebasa el vaso es que se atrevan a criticar la postura de protesta abstencionista, diciendo que beneficia al PSOE o al PP o que merma el derecho de los abstencionistas, cuyo voto tiene un sentido político

Todo juntaletras cursi ha escrito alguna vez sobre la gran fiesta de la democracia, ese maravilloso día en que el poder llama a todos los ciudadanos a que voten para elegir a sus representantes en las instituciones publicas para la próxima legislatura.

Esa fastuosa jornada suele ir precedida de la preprecampaña, la precampaña y la propiamente denominada campaña, esta ultima mucho más corta en duración que las anteriores, pero mucho más potente en cuanto a la cantidad e intensidad de las mamarrachadas que uno tiene que soportar en la desenfrenada carrera de los candidatos a la caza del voto, en la que demuestran, a todas luces, su pleno convencimiento de que su potencial clientela es profundamente imbécil.

En esos días todo está permitido: desde los insultos continuos, disfrazados de crítica política, a las creaciones literarias más horteras, tales como la de la niña del exorcista pepero, o el orgasmo de cuatro años que disfruta el diputado canario sociata, desatado con solo haber visto a ZP, e imparable mientras dura la contemplación. Cada uno vende la moto como puede.

De unos años a esta parte los organizadores de estos saraos para el Sur de Euskal Herria, cual Asamblea de Majaras, han decidido que para participar en el festival es necesaria invitación y se exige rigurosa etiqueta. Dicho de otra manera: no puede participar todo el mundo sino solo aquellos que ellos deciden, y además tiene que estar etiquetado con una determinada sigla, porque en otro caso, complejos mecanismos jurídicos penales y civiles se encargarán de poner de patitas en la calle a los no gratos al sistema.

Y así, año tras año, elección tras elección, expulsan del corpus social a los molestos independentistas vascos, que de esta manera se ven privados de participar en el festival, con el confesado propósito de que no tengan representación política en las instituciones y como consecuencia no participen en el reparto del poder y del dinero institucional, apetitoso pastel al que dos mil moscas acudieron.

Entre los participantes, algunos critican la exclusión de una importante parte del electorado de la contienda política, pero luego organizan una campaña cínicamente dedicada a robar los votantes de las formaciones ilegalizadas. Es el caso de Aralar que no quiere echar votos por la fregadera o el de EA que ha copiado descaradamente hasta la estética de las campañas de la izquierda abertzale en sus cuñas, en la prensa y hasta en muchos mensajes.

Pero lo que ya rebasa el vaso, es que se atrevan a criticar la postura de protesta abstencionista, diciendo que beneficia al PSOE o al PP o que merma el derecho de los abstencionistas, cuyo voto tiene un sentido político, y que hay que garantizar los derechos de éstos. Ilegalizan partidos y les prohíben participar, encarcelan a sus dirigentes y porque llaman a abstenerse les tachan de violadores de derechos. ¡Qué desfachatez más facha!

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