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Alizia Stürtze historiadora

El día después

En este artículo, coincidente con las Elecciones a Cortes Generales en el Estado español, Alicia Stürtze ofrece su visión, su proyección de la misma al «día después», haciendo un somero repaso de la legislatura anterior y de la trayectoria de las diferentes fuerzas políticas, deteniéndose en la promesa del PSOE de reprimir con dureza a la izquierda abertzale y cerrar cualquier vía de solución negociada, «cumplida con creces». Concluye abogando por la resolución de los conflictos de calado histórico por medio de la negociación.

No es complicado intentar imaginar las líneas generales del «día después» de este interminable y desquiciado subasteo del voto en que han convertido la campaña (pre)electoral a estas elecciones generales de 2008 del Estado español. Para empezar, basta con hacer ejercicio de memoria e intentar recordar qué han hecho o dejado de hacer unos y otros mientras han detentado (y siguen detentando) el poder en las instituciones (poder ganado electoralmente o usurpado como en Lizartza u Ondarroa). Y, en nuestro caso, teniendo en cuenta que es más que probable que adelanten las elecciones autonómicas en la CAV, hacer la lista de los planes infraestructurales (AHT, superpuertos...), privatizadores (Osakidetza, suelo), ultraneoliberales (precarización, grave aumento del reparto desigual de la riqueza...), represivos (prohibición de ideas, de manifestación...) que han puesto en marcha y en los que piensan seguir profundizando tras el 9 de marzo... Y, claro está, obrar en consecuencia: las grandes patronales ya han declarado confiar en un nuevo gobierno PSOE (con PNV, CIU, IU o el que toque si hace falta) que les siga haciendo bien los deberes (como se los hizo Felipe González), mientras el PP va poniendo orden en su desordenada casa, y todos los grupos de presión de ultraderecha que se han ido fortaleciendo estos últimos cuatro años (Conferencia Episcopal, AVT, emisoras de radio, FAES, Confederación Católica de Padres de Familia...) siguen marcando el camino.

Hecho un primer y somero análisis, hay que decir que el PSOE sí que ha cumplido a rajatabla una promesa: la de reprimir a sangre y fuego a la izquierda abertzale y cortar toda vía negociada de solución. Rubalcaba, por ejemplo, ha mostrado ser un «demócrata» de palabra: cuando el pasado octubre intentó justificar el «no» dado junto al PNV a la propuesta final de los mediadores internacionales en el proceso de negociación frustrado, aprovechó para anticipar una ofensiva de tres dígitos contra los independentistas vascos. Y ha cumplido con creces y con precisión cronométrica para aprovechar cada redada en beneficio electoral del PSOE. Para ello, todo hay que decirlo, ha contado una vez más con la inestimable colaboración de los medios y de nuestros «soberanistas» PNV-EA, esos que ahora, treinta años después, dicen que van a ir a pelear a Madrid con uñas y dientes por el derecho a decidir de los vascos. El desenlace de la última operación contra Aldekoa-Otalora y Laskurain, dos de «los terroristas más buscados» a decir de la policía y de los medios, la represión contra los antifascistas en todo el Estado, la aplicación de la doctrina de la «cadena perpetua», la ilegalización «a la carta» de ANV-EHAK, las gravísimas denuncias de torturas... todos los datos demuestran que el PSOE y sus acólitos han cumplido su promesa con tan gran aplicación que incluso han dado un salto, tanto cuantitativo como cualitativo, instaurando un estado de excepción «democrático» y mejorando los récords del PP.

Sólo que estas plusmarcas represivas vienen a romper promesas hechas en la primera fase de la legislatura del PSOE, que se inició con la salida de las tropas españolas de Irak y continuó con la ilusionante formación de mesas negociadoras para dar solución al conflicto vasco, frustrada por algo tan grave como el incomprensible incumplimiento socialista de la palabra dada y firmada. Como recoge «Le Monde Diplomatique» de marzo en un «Especial elecciones», el balance final del gobierno de Zapatero no se corresponde con sus promesas electorales de 2004, lo que, por supuesto, quita consistencia a las ofertas electorales populistas que haya podido hacer ahora. Los grandes lobbies de la comunicación como la COPE o Vocento exhiben su poder sin vergüenza alguna. Lo que iba a ser una política social progresista ha acabado siendo una política económica totalmente conservadora y del pleno agrado de los grandes capitalistas (vascos incluidos), que ya están esperando a que se forme gobierno para seguir adelante con sus para el pueblo desastrosas concentraciones monopólicas y oligopólicas y sus faraónicas obras, saltándose por encima toda decisión popular contraria. La corrupción se ha multiplicado como en un cenagal y, claro está, va a continuar. La política exterior del PSOE (y del PNV) con respecto, por ejemplo, a América Latina, no ha tendido sino a garantizar las inversiones de grandes empresas como Fenosa, Iberdrola, Santander o BBVA, favoreciendo regímenes proyanquis y corruptos como el mexicano o el colombiano e intentando aislar a gobiernos antioligárquicos y defensores del socialismo del siglo XXI como Venezuela, Ecuador, Bolivia o Nicaragua, con el que somos tantos los que estamos básicamente de acuerdo. La dependencia del poder judicial con respecto a ciertos intereses políticos no ha hecho sino visibilizarse y profundizarse de un modo que se puede calificar de escandaloso. En Euskal Herria le han negado la palabra al pueblo que por gran mayoría quería una solución ya, y no han hecho sino complicar extraordinariamente la imprescindible solución pactada. En definitiva, con o sin mayoría absoluta, con o sin apoyo de PNV, CIU o IU, ese virtual nuevo gobierno de Zapatero parece destinado a seguir afianzando la fascistización socio-económica y política del sistema... a no ser que las luchas de los movimientos populares en Euskal Herria, Catalunya y el resto del Estado se fortalezcan y le obliguen a corregir el rumbo.

Este artículo, escrito antes del doloroso atentado mortal contra el ex concejal del PSE de Arrasate Isaías Carrasco, tenía otro desarrollo final, relacionado con la argumentación absurda y variopinta que contra la abstención activa promovida por la izquierda abertzale habían desarrollado sobre todo partidos regionalistas como el PNV que, temeroso ante su creciente pérdida de peso político real (en términos de votos), necesita asegurarse un nuevo pacto con Madrid, como sea y siempre contra el rico movimiento popular vasco que le entorpece sus faraónicos proyectos y pone en peligro su hegemonía neoliberal.

Eludo ese final para resumir el espíritu de este artículo (que desde luego mantengo) en la aparentemente muy simple idea de que los problemas de hondo calado histórico como el vasco (y tantos otros de características parecidas o diferentes) se solucionan negociando y no traicionando por intereses la palabra dada y demonizando e intentando destruir a la disidencia con la imponente maquinaria estatal.

Fundamentalmente porque eso es lo que queremos y exigimos la gran mayoría, tal y como demuestran esas encuestas que hacen pero que tan poco exhiben.

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