Raimundo Fitero
Demasiados motivos
Si ayer me preguntaba sobre qué reflexionar dado que no se habían aportado excesivas ideas nuevas (ni viejas) a los discursos electorales, hoy no puedo dejar de reflexionar y tengo muchos motivos, pero el que más me arremete en todos los rincones de mi fragmentada víscera reflexiva tiene un fundamento estético. Los hechos y los acontecimientos los analizamos una vez han sucedido, y colocado ante un electrodoméstico esencial de un hotel, con el mando a distancia restringido a las posibilidades concretas circunstanciales, uno repasa durante muchas horas seguidas los relatos de las distintas redacciones, las declaraciones de los cabeceras de los carteles electorales, los comunicados conjuntos y segregados, y se siente inmerso en un proceso regresivo. Un vértigo parecido al que se sufre en las atracciones de los parques temáticos en las que la ley de la gravedad es forzada hasta el grito. A veces es como una película o serie televisiva en la que la cámara simula penetrar en el cerebro de alguien y se vuelve al pasado a base de fogonazos.
La alteración programática televisiva se hizo siguiendo la pauta de publicidad. Es decir, dolor, mucho, pero retraimiento publicitario, ninguno. No mezclemos. En casi todas las cadenas generalistas estatales, sus estrellas de informativos se colocaron pronto al frente del dispositivo. La espera de comunicados o declaraciones, fueron suplidas por reiteradas imágenes del lugar de los hechos, secuencias de otras acciones similares en los últimos años, un soporte literario claramente desbocado, fruto de una convulsión emocional, de un coágulo en la capacidad de discernir. Cosas que se entienden desde un punto de vista humano, porque nadie queda fuera del suceso, el drama se perpetúa, la tragedia se instala y bloquea la capacidad de asimilación, porque produce dolor, solidaridad, hasta angustia por falta de comprensión.
Toda estética comporta una ética y toda ética una política. Y es ahí, justamente donde me atasco, donde me rebelo, donde aparecen los fantasmas, la desesperanza, el agobio. Estéticamente es insoportable. Tengo excesivos motivos para reflexionar. Y lo haré porque ahora tengo la vista nublada por lágrimas secas.