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Fede de los Ríos

Democracia seductora

Allá por la Nochevieja de 1976, poco después de concluida la campaña presidencial norteamericana, entre las gentes impías y heréticas que salían a la calle a celebrar el cambio de año se hizo popular una canción dedicada a la democracia norteamericana. Comenzaba: «Si a Carter le faltara un diente, ya no sería presidente», para terminar con «los americanos saben elegir presidentes sanos que sepan sonreír». Principal diferencia entre Gerald Ford y Jimmy Carter. No cabía en nuestras cabezas la caricatura de democracia del sistema estadounidense, pensábamos que a este lado del Atlántico la democracia, aunque burguesa y formal, no podría llegar a tal banalización. Ilusos nos hizo el Señor. Hoy, en esta España recuperada de veleidades bolcheviques por el Caudillo, la población es llamada a las urnas a votar a sus representantes. ¿Votará de acuerdo a sus intereses reflejados en los programas económicos y sociales de los diferentes partidos? En modo alguno. Los desconoce. A pesar de haber asistido impertérrito a los diferentes debates electorales, la disyuntiva que se le ofrece es apoyar a una niña que ha poseído a Rajoy o dar su voto a la negativa de la regularización de inmigrantes gracias a un bonobús, que defiende ZP. Los más radicales, combatientes del bipartidismo, pueden votar a Llamazares que dice: Zapatero es malo como el Ducados y Rajoy dañino como el Marlboro. ¡Cágate lorito!

Aquí, en las provincias traidoras, el abanico se amplía un poquitín, una vez aislados los malos de la película gracias a la muerte civil. Podemos elegir entre el megáfono de EA y los que viven en Sabin Etxea (Josu Jon dice ser como Barack Obama); en el viejo Reyno además contamos con la posibilidad de votar a un ciudadano del mundo como Koldo Martínez, que domina cuatro idiomas desde los 12 años ¡ahí es nada! Aduce que NaBai es como Obama (pobre Hillary, no la quiere nadie, y mira que sonríe); Salvador Allende es como él, médico y socialista (sic), y hasta Martin Luther King y Gandhi, de vivir, les votarían (sic).

Qué bonito, votar a la persona y no a un aburrido programa. Lo importante es la persona, y si es independiente, mejor que mejor. Mucho más libre para hacer lo que le venga en gana: mandar la Legión con la cabra al Líbano, regocijarse de que el TAV le lleve antes a Madrid o de que el agua de Itoiz haga florecer sus geranios.

Y el lorito se cagó.

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