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CRÓNICA Encuentros literarios en Bidebarrieta

¿Literatura o instinto? De la extraña relación del teatro con la escritura

Malos tiempos para la escritura teatral. ¿Quién lee teatro hoy día? Muy pocos. Ni siquiera los profesionales de la escena. Y, sin embargo, todavía quedan algunos autores que pierden el tiempo en ello. Incluso hay quien arriesga dinero editándolo y algún loco hasta abre una librería especializada en una ciudad como Bilbo.

Karolina ALMAGIA

El ciclo «Diálogos con la literatura», organizado por Bidebarrieta Kulturgunea, juntó ayer en Bilbo a dos hombres relacionados con la escena: el escritor, dramaturgo y ensayista Alfonso Sastre (Madrid, 1926) y el crítico de teatro de este diario, Carlos Gil, también director de la revista «Artez», editor y fundador de la librería Yorick. Se trataba de hablar sobre «literatura y teatro» y arrancaron con la lectura dramatizada de un texto de Sastre, «Diálogo para un teatro vertebral», en el que el autor de Hondarribia aboga, ante un joven teatrero que le pide consejo, por hacer un «teatro contra el imperio», un teatro «de la sedición», un teatro «rojo».

No es fácil la relación del teatro con la literatura. Como dijo ayer el también autor Josu Montero, que ejerció de moderador, «ni siquiera los profesionales del teatro leen teatro. Ya, ni se considera un género literario, a pesar de que los más grandes autores de la literatura universal han escrito teatro». Y lanzó una pregunta: ¿es el teatro un esclavo de la literatura?. «El teatro hoy en día es tantas cosas que todo sirve -dijo Carlos Gil, una de las personas que más teatro ven-. No hay que excluir nada: yo veo espectáculos que parten de textos literarios puros y no lo ocultan, y otros que se alejan completamente. La diferencia es que hasta hace 25 años la memoria teatral era exclusivamente literaria».

Instinto, más que otra cosa

En ese punto, Alfonso Sastre recordó sus conversaciones con el autor Enrique Jarciel Poncela, que murió hace cincuenta años y fue un «maestro» para el autor de «La taberna fantástica». «Él decía que para escribir teatro no hace falta saber escribir; que el teatro no es literatura, sino instinto. Y el instinto, o se tiene o no se tiene». Para Sastre, los autores de teatro no hacen literatura, sino «parlatura». Eso hace, dijo, que «grandes escritores no sean buenos autores de teatro y grandes autores de teatro no sean buenos escritores». Aunque hay una forma de que un autor, incluso sin mucho instinto, llegue a escribir teatro: «Siendo guiados por las gentes del teatro, que son los que saben de esto». Y recordó Sastre una ocasión en la que el actor Adolfo Marsillach le llamó para decirle que el personaje que él iba a interpretar empezaba con mucha fuerza pero la perdía en el segundo acto. «Al principio pensé que estaba ante la clásica vanidad del actor. Pero lo releí y caí en la cuenta de que Marsillach tenía razón. Así que cambié la segunda parte y mejoró mucho, hasta el punto de que hoy parece que toda la obra gira en torno a esa escena nueva». El autor de «Escuadra hacia la muerte» es partidario de hacer caso, siempre, a las sugerencias de los actores, aunque, advirtió, no hay que dejar que traten los textos con poco respeto, como hacen muchos directores de escena. «Una vez, una directora contratada por un teatro para dirigir una obra mía me propuso cortar y rectificar tanto el texto, que acabé diciéndole: `A ti no te ha gustado nada mi obra'. Quise retirar mi consentimiento para su puesta en escena, pero finalmente fue ella la que se retiró del proyecto y la obra se representó con otro director».

Complica relación

Complicada, siempre, esa relación entre literatura y teatro. «A los autores, las gentes del teatro nos consideran `los escritores', pero los escritores nos tienen por `los del teatro'», dijo Sastre. Y luego está la relación comercial, que siempre desvirtúa la creación. Así, el dramaturgo madrileño recordó que Valle Inclán llegó a escribir sus maravillosas piezas de esperpento porque fue ninguneado por los teatreros. «Se sintió rechazado y se dedicó a escribir lo que le daba la gana, sin pensar en el público ni en los actores. Porque cuando uno hace tratos con un mundo de menor nivel cultural acaba rebajando la calidad de su obra». Será por eso que, como dijo Carlos Gil, hoy «los autores de teatro están siendo utilizados por las televisiones para que les escriban las series de éxito. Es la manera que tienen los autores de comer. Sucede en todo el mundo, a veces con muy buenos resultados, no hay más que ver la calidad literaria de series como «Los Soprano».

Y, para acabar, una pregunta desde el público: ¿en qué lugar del mundo se está haciendo hoy un teatro vertebral, un teatro rojo, como el que promueve Alfonso Sastre? Carlos Gil lo tiene claro: sobre todo, en Latinoamerica, donde se hae un teatro comprometido y de mucho contenido. Y Alfonso Sastre recuerda el catálogo de autores internacionales que edita Hiru, donde hay claro ejemplo de lo anterior.

Porque, por estos lares, poca cosa. «Se produce mucho, pero todo es igual. Hay poca inventiva». Lo dice Alfonso Sastre.

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