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Análisis | elecciones parlamentarias iraníes

Irán, entre elecciones y amenazas

 Irán vive entre las inmediatas elecciones al Parlamento y las amenazas de Estados Unidos. En febrero, se cumplieron 29 años de la instauración de la Revolución y, pese a los obstáculos, muchos iraníes estiman que «aún tiene una importante agenda sin finalizar». y que «el vaso está medio lleno».

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Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Irán elegirá mañana a su nuevo Parlamento, una jornada electoral que puede convertirse en una especie de referéndum para Ahmadinejad y que puede marcar tendencias de cara a las presidenciales de 2009. En juego, por tanto, hay algo más que 290 escaños.

En febrero se cumplió el 29 aniversario de la Revolución Islámica iraní, tras la cual se constituyó un nuevo régimen, que en boca de sus defensores instauró el principio de «soberanía popular» (mardom salari). Desde esa fecha, Irán ha celebrado 27 elecciones ininterrumpidamente y aun en los momentos más difíciles de la guerra contra Irak, el pueblo iraní ha acudido a las urnas.

Mañana se elegirá el nuevo Parlamento (Majlis), y muchos coinciden en que ese día, además de elegirse 290 escaños, será una especie de referéndum para el presidente, Mahmud Ahmadinejad, y puede sentar precedentes de cara a las elecciones presidenciales de 2009.

La complejidad del sistema institucional lleva en muchas ocasiones a calificarlo con toda una serie de generalidades simplistas, obviando la diversidad social de un Estado de más de setenta millones de ciudadanos, que componen «un mosaico étnico, político e ideológico» de lo más diverso. De ahí que lo más fácil sea utilizar términos como «teocracia», «sociedad cerrada», o «dictadura de los mullahs».

Sin obviar las importantes carencias del régimen, si lo comparamos con parámetros occidentales, vemos cómo estos días la atención política en el país se centra en los discursos y propuestas de los diferentes candidatos sobre economía, política, cultura y relaciones exteriores.

«La compleja relación entre el Estado y la sociedad civil contemporánea, la evolución de los partidos políticos, organizaciones y grupos de interés, la influencia de las crisis regionales y externas así como los obstáculos para una normal evolución política, requieren de un análisis más detallado, alejándose de metodologías restrictivas y de generalizaciones de estereotipos preconcebidos», apunta un conocedor de esta realidad.

Con algunas instituciones todopoderosas, capaces de condicionar la participación de algunos candidatos (ilegalización habemus), y con el líder supremo como árbitro entre las facciones que representan distintos intereses y orientaciones, la complejidad se acentúa.

Lejos de presentar un panorama homogéneo, la realidad iraní muestra una enorme fractura política, con fuerzas de centro, izquierda y derecha. A veces, incluso, se dan coaliciones que superan tales divisiones.

Tres son los campos que se presentan con más claridad en el plano político, aunque dentro de cada uno hay diferentes tendencias que, a veces, llegan a defender intereses opuestos.

En la actualidad están los denominados osoolgarayan, que en Occidente los presentan de forma despectiva como los más reaccionarios e intransigentes, los aslahtalaban (reformistas) y los etedaltalaban (centristas).

Los primeros cuentan con el apoyo de Ahmadinejad y de la mayoría de los parlamentarios salientes. Entre los detractores del presidente, destacan Ali Larijani (antiguo líder del equipo negociador del programa nuclear ), Mohsen Rezai (ex dirigente de los Guardias de la Revolución) y Mohammad Ghalibaf (alcalde de Teherán y que apunta a las presidenciales del próximo año). A los tres se les conoce como «el nuevo triunvirato».

Pero, diferencias sobre la configuración de una lista han impedido que formalicen sus propuestas, aunque seguro que estos movimientos debilitarán las posiciones de Ahmadinejad. Como también lo harán las críticas de ex ministros como Akbar Velayati, de Exteriores, y Ali Fallahian, de Inteligencia.

Los centristas o pragmáticos en torno al ex presidente Rafsanjani, aunque quizás sería mejor definirlos como «oportunistas», parecen mantener una posición de «observar el desarrollo de los acontecimientos».

Este sector ideológico también ha maniobrado para atraer a los desencantados del sector anterior, y se rumorea que estarían buscando relanzar un partido como Kargozaran-e Jahid, formado por tecnócratas del entorno de Rafsanjani.

Por su parte, los reformistas, que en las elecciones de 2004 se presentaron divididos entre los que propugnaban el boicot electoral y los que abogaban por la participación, afrontan las elecciones en una difícil situación. Con la mayor parte de sus candidatos ilegalizados, con graves problemas de liderazgo y pocas alternativas a los grandes retos que tiene Irán, deberían intentar buscar un giro a su política y «reformarse desde dentro».

A pesar de la importancia de los temas domésticos, Irán no puede permanecer ajeno a la política exterior. Las amenazas de EEUU e Israel, dispuestos a provocar un cambio de régimen por medio de ataques militares o promoviendo protestas en el país, están sobre la mesa.

No obstante, Irán tiene experiencias similares en el pasado (crisis de los rehenes, las guerras contra Irak y del Golfo, sanciones económicas o atentados contra sus dirigentes) y su postura firme ante la hegemonía de Washington, así como su decidida apuesta por articular un eje con los países «del sur», le pueden permitir afrontar estos retos y amenazas con garantías.

Un analista iraní señalaba que Occidente debería poner fin a su doble rasero, que calificó de «hipócrita». Recientemente, un informe de Human Rights Watch apuntó que «el apoyo de la UE y EEUU a ciertos autócratas para que parezcan demócratas, sin exigirles cumplir los derechos civiles y políticos mínimos, ponen en riesgo los derechos humanos en todo el mundo».

Irán tiene mucho que aportar a la configuración de un nuevo orden mundial más justo que el actual, y para muchos iraníes, «la revolución tiene una importante agenda sin finalizar, y a pesar de los altibajos, las limitaciones y la imposición de interpretaciones distorsionadas, el vaso está medio lleno».

Tras las elecciones parlamentarias, las fuerzas políticas y, sobre todo, algunos personajes, preparan su candidatura para las presidenciales, en las que las alianzas y la heterogeneidad política del país quedarán visibles ante los ojos del mundo.

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