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Insurgente | Iñaki Errazkin 2008/3/12

La píldora del día después

Siempre he pensado que la verdadera jornada de reflexión es la que se corresponde con el día inmediatamente posterior a una cita electoral. Los oráculos no existen y, como diría Pero Grullo, es más fácil hacer una autopsia con cadáver que sin él. Y empleo las palabras «autopsia» y «cadáver» intencionadamente, pues analizar lo sucedido ayer en las Españas es un acto político-forense, con la democracia de cuerpo presente como sujeto a examinar. (...)

Tres son, a mi juicio, los datos que nos interesan especialmente a quienes pretendemos cambiar este reino indeseable por una república justa, amable y humana, solidaria e internacionalista. Como no les quiero aburrir, me referiré a ellos telegráficamente:

1.- El bipartidismo se ha visto reforzado como nunca. Las hogueras nacionalistas-progresistas de antaño han devenido en fuegos fatuos, manteniendo más o menos sus escaños los regionalismos «sanos» como los de CiU y PNV, que han obtenido, respectivamente, 61.154 y 117.734 votos menos que en 2004. Los polvos de un sistema electoral tarado de origen, basado en listas cerradas y en la Ley d'Hondt -aceptado, entre otros, por el PCE-, necesariamente tenían que reportarnos estos lodos. Como estaba previsto, barrió el PPSOE. Y más que barrerá.

2.- Los revolucionarios vascos gozan de buena salud. Cuando en las madrileñas calles de Ferraz y Génova descubran que poner puertas al campo y diques al mar son misiones imposibles, empezaremos a aproximarnos a la solución de eso que se conoce como «conflicto vasco». El Estado español tiene una deuda histórica con Euskal Herria y la paciencia del cobrador del frac es infinita.

3.- La izquierda parlamentaria está en fase terminal. Se equivocaron de Marx. Cambiaron a Karl por Groucho y así pasa lo que pasa, que partiendo de la nada han alcanzado las más altas cimas de la miseria.

(...) Nos hallamos, pues, en un atascadero del que sólo podemos salir mediante nuestro esfuerzo y compromiso. Para ello es condición sine qua non tomar conciencia, en el sentido de adquirir conocimiento reflexivo de la situación que queremos subvertir. Aunque mucha gente no lo sepa (o no lo recuerde), la lucha de clases es algo más que un enfrentamiento deportivo entre dos aulas de instituto. Tenemos mucho trabajo por hacer, y aquí ni muere padre ni cenamos.

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