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Fede de los Ríos

La rosa de Alejandría

Le han pillado de marrón. Él, católico ejemplar, padre de cinco hijos, portador del paso de la Virgen del Remei. Miembro neocatecumenal convencido que destacó en el Encuentro Mundial de las Familias (como Dios manda) con el Papa Benedicto XVI en Valencia, vestido de peregrino acompañando al obispo de Mallorca. Él, que siendo teniente de alcalde de Palma de Mallorca por el PP se negó a celebrar bodas entre homosexuales, siguiendo a machamartillo aquello de que, según Ana Botella, no se pueden juntar peras con manzanas (¿?) -a día de hoy, por mi torpe cabeza, todavía no entiendo la metáfora de la señora de Aznar-; que «casar a dos hombres es como casar un hombre con una gallina», como dijo otra lumbrera del PP.

Pues bien, Javier Rodrigo de Santos, al salir del Ayuntamiento espiritual y diurno, después de cumplir con las labores de marido ejemplar y mejor padre, rezar las oraciones con su prole y arroparlos en la cama, encaminaba sus pasos hacia otro ayuntamiento, esta vez carnal y nocturno, al que dedicó dinero de los fondos públicos. El seguidor de Kilo Argüelles, homófobo público, se tornaba homófilo privado a la caída del sol. Cincuenta mil euros se gastó en prostitutos, unas veces sólo y otras en compañía de políticos y funcionarios, imaginamos que también católicos practicantes.

Imponen a los demás, a la plebe, conductas mitificadas que responden a patrones patriarcales y productivistas, vendiéndolas como leyes naturales queriendo convertir nuestros cuerpos en cárceles de deseos mientras ellos disponen de bula.

Como todo lo convierten en mercancía, el sexo también lo compran; y si es a cargo del erario público, mejor que mejor.

Siempre resulta sospechosa la homofobia. Su vehemencia desvela el ocultamiento de lo latente. El concejal reía con los chistes de «maricas».

Ahora dice: «lo ocurrido se debe a un error ocasionado por problemas de salud». El PP de Baleares pide que no se de publicidad por el bien de su familia.

El «problema» no es que el concejal sea un hipócrita y un malversador de caudales públicos, el problema es que el católico ejemplar, defensor de la familia cristiana y seguidor de Ratzinger, resultó ser un invertido, «un maricón». Eso es lo que esconden sus hipócritas palabras. Son así de miserables.

Esta ha sido, es y será la doble moral de la derecha católica. La rosa de Alejandría, colorada de noche, blanca de día.

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