Martin Garitano Periodista
El listín de Bono
El que pasa por ser el paladín del nacionalismo español en el seno de un PSOE del que la derecha filofacciosa siempre sospecha por sedicente y contemporizador con vascos, gallegos y catalanes por aquello de los apoyos parlamentarios, José Bono, acaba de confesar su deseo íntimo, su receta castellana, para acabar con las pretensiones y privilegios de los nacionalistas que no sean, como él, de la Castilla que fue y dejó de ser. Se trata, según el aspirante, a continuar el pensamiento inacabado de Ortega y Gasset, de «dar con el listín telefónico en la cabeza» a los nacionalistas ajenos para que, a la luz de los apellidos que se repiten aquí y allá, caigan en la cuenta de que vascos, catalanes y gallegos no son diferentes a sus paisanos y que, en consecuencia, no les corresponde otro derecho que el español.
La simpleza de Bono, además de digna de «La Antología del Disparate», es la risión, la caricatura del pensamiento igualitario.
Bastaría a Bono con pegarse un listinazo con la guía telefónica de Caracas, Buenos Aires, La Habana o Nueva York para sentirse obligado a acatar y cumplir la Constitución bolivariana, los códigos de leyes argentinos, la legislación cubana o la Cuarta Enmienda de los EEUU.
Y si en vez de calentarse el casco con listines tan abultados -ejercicio poco recomendable para mantener la claridad de las ideas-, el personaje se detuviera un momento a reflexionar, dejara de lado sus gozosos desfiles militares y las merendolas con obispos y cardenales, tal vez cayera en la cuenta de que el mestizaje es bueno, que nadie en nombre de un pueblo lo puede rechazar. Con una sola excepción: que bajo el manto del mestizaje -inevitable, por otra parte- gentes como Bono pretendan ocultar el más rancio y cutre de los imperialismos. Ahora toca a PNV y CiU decidir si van a apoyar como presidente del Congreso español al que les quisiera correr a listinazos por los pasillos de la Carrera de San Jerónimo. Yo no lo haría.