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Raimundo Fitero

Único

Llevo años diciendo que me gustaría ser como Rafael Azcona. Y ahora digo que me gustaría tener hasta el buen gusto para morirme como ha tenido él, y por extensión su familia cómplice. Nos hemos enterado de su muerte cuando ya estaba incinerado. Es decir, ha evitado a toda la farándula las escenas de desgarro y de amor sobrevenido que pueblan estos acontecimientos. Aunque, lo cierto es, que amar a Azcona, es una labor bastante fácil.

Este sí que de verdad ha sido un maestro de guionistas, un hombre de vocación literaria desde su más tierna juventud, un escritor de raza y un paradigma de la ironía. Guionista de las mejores películas del cine español de los últimos cincuenta años, ahora, se espera, que se puedan ver algunas de sus obras maestras otra vez por televisión, y que sirva para que las nuevas generaciones entiendan que sí hubo un cine inteligente, humorístico, de contenido social y de pulso artístico y en esos rangos se movió siempre Rafael Azcona.

Pero su leyenda creció por su voluntaria invisibilidad. Era extraño que concediera entrevistas, y cuando lo hacía, como hace pocos meses en la promoción de la reedición de su libro «El repelente niño Vicente», un título mítico que ayudó a pasar las oscuras fatigas del franquismo más canalla, mostraba su bonhomía, su calidad humana, su inteligencia, su cercanía y su ironía. Una ironía reconfortante, nada hiriente, una suerte de baño saludable para quitarle aristas a lo cotidiano, o para bajar sin apenas violencia, a las estatuas de sus pedestales.

Acostumbrados como estamos, mirando al electrodoméstico esencial, a las exageraciones y las exaltaciones sobre figuras menores del espectáculo, ahora tienen la oportunidad de hacer, en un contexto cultural que nadie se olvide ni se equivoque, un homenaje a alguien que ha dejado el legado más importante del cine en forma de literatura de primera calidad para el audiovisual. Alguien a imitar, aunque sea una labor imposible, porque llegó al cine de casualidad, se ha mantenido en él, soñando en escribir su gran obra literaria y ha dejado una docena de guiones majestuosos, que son una obra literaria de primer orden. Un ser único.

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