Patxi Azparren Olaizola Miembro de Euskaria fundazioa
Con ZP no hay ruta posible
No hay recorrido posible con el PSOE alineado claramente con la política neoliberal dulcificada con medidas populistas a base de talonario al puro estilo peronista
Es sabido que el PNV desde hace muchos años está centrado en aquella parte del país donde ha tenido mayoría. Desde que Arzallus ordenó al PNV navarro ceder el poder a la derecha española (uno de los detonantes de su última escisión), este partido diseña su estrategia para los herrialdes que forman la denominada CAV. De hecho, su anterior presidente, J. J. Imaz, acostumbra utilizar el confuso término «sociedad vasca» como contraposición a Euskal Herria.
Esta concepción amputada del país explica que parte de los dirigentes jeltzales hayan aceptado el nuevo discurso «recauchutado» tras la debacle electoral en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. Poca importancia quieren dar a otro significativo dato que ese mismo día aportaron las elecciones en Nafarroa Garaia e Iparralde, donde se probó que la colaboración entre fuerzas abertzales, además de ayudar a frenar la tendencia hacia una democracia bipartidista de baja intensidad en los estados español y francés, consigue atraer a nuevos votantes apareciendo como una alternativa al alza.
Muchos fuimos los ingenuos que pensamos que la negativa del PNV a formar una coalición electoral por el derecho a decidir se debía a un mero interés partidista. Desgraciadamente, la negativa, iba más allá y, como el rápido reposicionamiento del sucesor de Imaz ha demostrado, ha sido una decisión que escondía un movimiento de fondo del sector que representaba Imaz. Este sector había cedido posiciones para evitar una imagen cismática en el proceso electoral interno; ahora, curiosamente, ha utilizado el fracaso electoral para acabar con todo vestigio transformador que podía tener la propuesta de consulta popular de Lehendakaritza. Una propuesta que, dicho sea de paso, es una oferta a la baja respecto a propuestas anteriores.
La consulta de contenidos casi estadísticos de la propuesta de Lehendakaritza con dos preguntas que planteaban una obviedad, tienen (¿o tenían?) una potencialidad transformadora social y nacional en la medida que la consulta se presente como un acto de soberanía frente a la doble negativa de Zapatero.
Este tipo de procedimiento pudiera ser interesante porque puede proponer un método de confrontación democrática y pacífica que ayude a obligar a ETA a dejar para siempre la lucha armada y a obstaculizar la violencia de Estado; también porque pudiera representar un acto de dignidad nacional (aunque en origen parta de sólo una parte del territorio) frente a la intolerancia del Estado español. Sin olvidar que abriría la posibilidad de que la ciudadanía pudiera reclamar también procedimientos participativos para solucionar conflictos en otros ámbitos ajenos al conflicto nacional y donde desde las instituciones vascas se muestra una sordera muy similar a la madrileña. Esta hipótesis sería aún más interesante si la consulta popular estuviera enmarcada en un proceso nacional para todos los territorios y todas las personas.
El movimiento abertzale adolece de una larga crisis que esta vez puede llegar a que pierda el poder en uno de los centros institucionales con mayor capacidad política dentro de sus limitaciones, el Gobierno de Lakua. Pero la crisis, al contrario de lo que Urkullu y Ortuzar quieren hacer creer, no se debe a que la reivindicación nacional allá ido más lejos de lo que la plural sociedad vasca quiere llegar sino a una indefinición ya crónica que hace crecer la desesperación y el hastío entre los sectores más activos de nuestro pueblo.
Es evidente que Euskal Herria es una sociedad muy compleja con multitud y creciente pluralidad de identidades individuales y colectivas que no sólo son, además, identidades de tipo nacional. Pero es también evidente que el sector de población con identidad exclusiva euskaldun es capaz de liderar un proyecto de país soberano, tolerante y solidario atractivo para todas los que vivimos aquí. Algo que ya sería una realidad numérica y electoral si hubiéramos sido capaces de acordar una estrategia nacional que no hubiera permitido fracasar los dos últimos procesos de paz, en especial el de 1998, que ofrecía un futuro posible y cercano en paz y soberanía.
Las graves contradicciones del PNV y su incapacidad de pensar en clave nacional, las contradicciones y limitaciones de los otros partidos abertzales institucionales, la inexplicable pasividad de la organización abertzale más numerosa: ELA, la falta de independencia estratégica de Batasuna en Hego Euskal Herria y el paradójico comportamiento nihilista de ETA hacen que haya una percepción frustrante de incompetencia hacia el sector político abertzale frente a la coherente y coordinada acción nacional española del PP-PSOE.
No hay recorrido posible con los dirigentes del PSOE. Todo intento de reconocimiento de nuestra identidad nacional chocará con la intransigencia jacobina. Tras marear la perdiz durante todos los años que le sea posible, el viaje a ninguna parte acabará en el muro de Madrid. No hay recorrido posible con el PSOE alineado claramente con la política neoliberal dulcificada con medidas populistas a base de talonario al puro estilo peronista.
La contraofensiva del nacionalismo español, y del francés, ante el miedo que les causó Lizarra-Garazi, comenzó con el quijotesco Aznar para ser continuado y rematado por una mezcla extraña de discurso estoico victimista, propuesta social hedonista y comportamiento político cínico del Gobierno de Zapatero. El fraude en Nafarroa Garaia en las anteriores elecciones fue el aviso, próxima estación Lakua. ¿Será Urkullu el que compre la alfombra roja para ceder el paso a Patxi Lopez?