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Raimundo Fitero

Concurso u oposición

Abundan los programas televisivos en los que concursan ciudadanos con ansias de notoriedad. Lo hacen bailando, cantando, imitando, o en cualquier otro apartado que les proporcione sus minutos de gloria y algún cheque. Es el momento de hacer un concurso, o quizás una oposición retransmitida para ver quién hace el disparate mayor en el terreno, pongamos, de lo que se debería llamar Justicia, y que podemos llamar, sin temor a zaherir el diccionario conceptual Chapuza, Cachondeo, o Patio de Monipodio.

Insisto una vez más en que cualquier serie de ficción nos proporciona más esperanzas en las posibilidades de la administración de la justicia, que atendiendo a los noticiarios. El caso más repugnante, el que reúne todos los fallos, las vergüenzas y los síntomas de la descomposición de un pilar básico de cualquier sociedad es el de la niña Mari Luz. Su supuesto agresor debía estar en prisión, pero nadie cursó la correspondiente orden de ingreso, estuvo en el ínterin, procesado en otras causas similares, y en una de ellas se le hacía ir a los juzgados cada quince días, cosa que hizo con puntualidad. Es decir, no existe un guionista capaz de escribir una sarta de negligencias y faltas de rigor de tal calibre.

La alarma social es bien grande, auténtica y profunda, y el desprestigio de todo lo referente a la Justicia es total. Por aquí lo sabemos de manera concreta, concisa, cotidiana y tozuda. Los juicios a los vascos independentistas se hacen sin ningún tipo de seguridad jurídica, se cambian leyes para mantener en prisión a quienes deberían estar en la calle y así sucesivamente. Estas tropelías se hacen, entre otras cosas, porque muchos de los que ahora se llevan las manos a la cabeza son cómplices necesarios para que así suceda.

Pero el cerebro de la corrupción marbellí saldrá si paga una fianza de un millón de euros, y así no quedará ya nadie en el talego de esta banda organizada de chorizos. Mientras, los funcionarios del ramo, de huelga y haciendo manifestaciones. Hace falta un concurso televisivo para ver qué juez comete más errores. Ganarían los de la Audiencia Nacional. De calle. Para llegar ahí hay que hacer muchos méritos.

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