La obra «Desde los cañones a las estrellas» estrenada en 1974 en New York, del creador Olivier Messiaen, descubre sus andanzas creativo-místico-musicales, que transitaron desde los desfiladeros o cañones maravillosos del estado de UTA (EEUU), obra prodigiosa de la naturaleza, al empedrado del firmamento tachonado de estrellas e intentando arrumbar al celeste y místico ámbito deífico con su resplandeciente y luminosa música.

Resulta ser un monumental fresco musical descrito en 12 movimientos, donde prevalecen los cantos diversos de los pájaros, emulados por los instrumentos de la orquesta, y una elaboración distinta en la escritura musical. El predominio de los ritmos asimétricos, flexibles, diminutos e incisivos en ocasiones, o jazzísticos, campea sobre mantenidas sonoridades en contraste y una desusada orquestación de sólo 44 músicos para un complejo y fascinante fresco sinfónico.

Se recalcan los solos competentes a la esforzada y reputada pianista gasteiztarra Patricia Azanza y al florido y detallista del trompa bilbaino Juan Manuel Gómez confirmando su dominio instrumental y capacidad de matices, aplaudidos con razón; y la tensión orquestal generalizada y lograda con suficiencia al detallar tanto colorido musical y expresar un objetivo tan intimista fue bien conducida por la batuta de Soustrot tratando, en general, el ritmo percutido sobre todo binario o ternario de toda la orquesta, en la que descuellan los varios elementos de percusión. Tal baño de música contemporánea resaltó en el panel anual del abono de la BOS.