GARA > Idatzia > Editoriala

En medio del desierto informativo, algunos políticos pretenden crear un espejismo

La semana de Pascua es tradicionalmente una de las más pobres a nivel informativo en nuestro país. Las vacaciones escolares en Hego Euskal Herria parecen contagiarse de niños a adultos y todas las esferas de la sociedad -la política, la cultura...- relajan su habitual ritmo frenético. Por lo menos en lo que a generar «noticias» se refiere. Y eso, por supuesto, afecta a los medios de comunicación, que llevan a sus primeras páginas cuestiones que en otro momento no hubiesen pasado de ser una nota breve en una página interior. Es lo que se suele denominar un «desierto informativo».

Sin ir más lejos, la lluvia se convierte en noticia en un país como el nuestro, donde lo realmente noticiable sería que en esta época hiciera buen tiempo durante más de tres días seguidos. Incluso las deportistas femeninas -habitualmente relegadas a un segundo plano- o los deportes exóticos -normalmente subyugados bajo el imperio del fútbol- encuentran sitio en las páginas de deportes.

En política ocurre algo parecido. Además, en el caso del Estado español la semana ha estado condicionada por los diferentes trámites que se deben superar antes de formar Gobierno y restablecer el funcionamiento de los foros parlamentarios. En principio, no es éste momento de declaraciones públicas, sino de negociaciones destinadas a recabar apoyos suficientes y a lograr acuerdos para conseguir la mayor representación institucional posible en comisiones, mesas, órganos directivos y demás organismos. Todo ello ha hecho que durante esta semana, en lo referente a la política, haya habido más especulaciones que noticias.

Espejismo frente a realidad

A falta de información, algunos partidos políticos han considerado que éste era un buen momento para fomentar una visión de la sociedad vasca que case con su particular proyecto político a corto plazo. Aunque se trate de un espejismo que ni ellos mismos se creen.

Es el caso del PSOE, cuyos cargos políticos han intentado dibujar con brocha gorda una imagen panorámica de la sociedad vasca que les posicione en situación ventajosa para afrontar la legislatura española y, de paso, la vasca. Y eso, según parece, se traduce en ejercer presión sobre el nacionalismo institucional y en negar la existencia de un nacionalismo que no es institucional, entre otras cosas, porque el PSOE le ha cerrado a machamartillo la posibilidad de refrendar electoralmente su proyecto pero que, aún con la persecución brutal que padece, sigue siendo uno de los pilares de esta sociedad.

Recuperados del golpe sicológico que, a pesar de su incontestable victoria electoral, supusieron los datos de la abstención para los militantes del PSE tras el atentado de Arrasate, los diferentes cargos públicos del Partido Socialista han seguido regando las dos palmeras con las que intentan decorar su particular «oasis vasco». Se trata de la negación del conflicto y, por ende, la negación de la solución. La parsimonia con la que el todavía titular de Interior une en una misma sentencia que «ETA está derrotada» pero que todavía tiene capacidad para actuar y que, en consecuencia, los militantes de su propio partido deben asumir estoicamente las consecuencias que se derivan de la incongruencia anterior es, cuando menos, escandalosa.

¿Negociación o cambio de cromos?

Aunque parezca mentira, el espejismo social que dibuja el PSOE para Euskal Herria parece ejercer la presión necesaria sobre el PNV como para que su dirección asuma las críticas y las propuestas de los primeros como propias. La retirada de la hoja de ruta del Plan Ibarretxe o el adelanto electoral responden a las necesidades del PSOE, pero son verbalizadas y acuñadas por políticos jelkides. La reforma del Estatuto de Gernika o del Amejoramiento navarro puede ser un objetivo del Estado, pero difícilmente puede ser asumido sin mayor recorrido por la sociedad vasca, cuando ni siquiera se han cumplido los términos de esos acuerdos previos.

En ese contexto, la búsqueda de un acuerdo parcial, que no dé una salida real al conflicto vasco y que además suponga asumir las condiciones de debilidad inducidas por el adversario no puede ser calificada como una negociación. Más bien corre el riesgo de convertirse en un vulgar cambio de cromos. La obsesión del PNV por pisar moqueta le está haciendo perder de vista la frontera que separa el deslizarse por la alfombra roja de las instituciones y el convertirse en alfombra de proyectos políticos ajenos.

Más allá de las necesidades partidistas, la sociedad vasca no ha cambiado de la noche del 9-M a la mañana del 10-M. Las opciones políticas estratégicas siguen siendo el unionismo, el federalismo, el autonomismo y el independentismo. Y el problema político de fondo es que sólo el unionismo y el autonomismo tienen posibilidades de desarrollo real. Y, dicho sea de paso, que ante esa imposibilidad algunos independentistas y federalistas prefieren agachar la cerviz y amoldar sus proyectos a la legalidad vigente. La sociedad vasca corre el peligro de caer en la apatía, pero está lejos de padecer ningún tipo de alienación. Los partidos no dan las respuestas que necesitan, pero la pregunta clave que se hacen las vascas y los vascos es clara: ¿Por qué deberíamos apoyar o aceptar un acuerdo que no soluciona el conflicto cuando se puede conseguir uno que lo hace? El resto es puro espejismo.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo