Jon Odriozola Periodista
Tipicoleando de nuevo
La tensión se podía cortar con un martillo, dijo Tip. Será con un cuchillo, dijo el lógico Coll, que había leído muchos folletines de pequeño (de estatura y de edad). ¡Ya ha salido el catedrático! -dijo Tip-, ¿y por qué no con una cerilla? Muy sencillo, -dijo el lector de G. Frege, Coll- porque las cerillas tienen fósforo y usted piensa con los pies. ¡Eso no me lo dice en la calle!, amenaza Tip. Ya estamos en la calle, dice el discípulo de B. Russell, Coll. Agudo, muy agudo, dice el codornicesco Tip. Entonces, ¿qué?, dice Coll. ¿Qué de qué?, responde Tip. Pues eso, dice Coll. ¡Ah, creía!, dice Tip. ¿Tiene usted acaso un móvil?, dijo Coll. No, y además no fumo, responde Tip. Lástima -dice Coll-, si lo tuviera o tuviese sabríamos que es usted el asesino de Lady Di. ¡Pero cómo coño voy yo a ser el asesino si nunca he sido el mayordomo de la película, aparte de que jamás he tenido móvil: siempre usé cabina telefónica!, se explicó Tip. O sea que, entonces, la culpa es del Gobierno, sentenció Coll. Por supuesto -dijo Tip-, no va a ser de su abuela la barba.
Hagamos un punto y disparate aquí para no fatigar, no sin antes aclarar al lector o lectora (o lectriz) que el «Tipicoleando» salió acá mismo el 6 de setiembre de 2005. Un lector argentino todavía se está recuperando de las lesiones cerebrales sin querellarse.
Ya ha llovido, dice Tip. Y sigue lloviendo, dice Coll. Yo digo desde entonces, boboligo, dice Tip. Pero sigue lloviendo, o sea, que no hay cambio climático, concluye Coll. Ni climático ni político: la culpa la tienen las monjas, no menos, concluye Tip. ¡Claro!, dice Coll. No tan claro, amigo mío, dice Tip. Pero si usted -dice Coll, siguiendo esta vez al primer Wittgenstein- acaba de decir... Yo -dice Tip- soy como Dios: me digo y me desdigo, igual que el Gobierno, ¿o qué se creía? Si yo me creyera algo -dice Coll- me llamaría Teodoro («adorador de Dios» en griego) o Doroteo (ídem) y no coll, con minúscula. Póngase la mayúscula, cohone, que vuelve a llover. Me encanta su léxico, dice Coll. Bah, tonterías -se quita importancia Tip-, eso viene del orígen de la familia, la propiedad privada y el Estado. ¡Cómo se nota que es usted daltónico y jugaba de lateral zurdo!, dice Coll. ¡Y apolítico, vive Dios y viva Franco!, dice Tip. ¡Olé!, barrita Coll. Ptss... soy artista, eso es todo. Y hágase aquí un segundo pu(n)to y dislate.
Hablando de artistas -interviene Coll-, ¿sabía usted que Pérez Rubalcaba es químico de profesión, ein? ¡Atiza! -barrunta Tip como si esto fuera un tebeo de los que leía yo en los años 60-, pero ¿no era el ministro de la porra este caballero? Yes -dijo Coll, que sabía idiomas-, also (también), ¡si lo sabré yo, que no estudió conmigo! Pues vaya alivio, dijo Tip. Según se mire -dice Coll-, al mus no era tan malo, y eso que jamás lo conocí (Zaplana sí). ¡Qué sabrá usted -se enfada Tip-, si no ha estudiado en Deusto como yo, barbián! ¿Sabía usted que la criatura que sostengo en mis brazos se llama Joselu, igual que su abuelo Felipe? No lo sabía, pero es impresionante, dice Coll: ¡el nieto se llama igual que el abuelo! Se me cae la baba. Porque es usted baboso, dice Tip. Si fuera químico se le caería la cara de vergüenza. Menos mal que el ministro olvidó su vocación y pronostica un largo ciclo de violencia como quien anuncia un anticiclón. Tenemos el hombre o mujer del tiempo que vaticina si va a llover, nevar o salir el sol, y ahora tenemos ministros que anticipan que, sin tomar medidas políticas para evitarlo, va a llover... sobre mojado. Como diciendo: a mí no me miren. ¡Vaya nivel, Tip! Sí, Coll.