Kronika | Centenario
«Amarga victoria», el recuerdo de una de las figuras más dominantes de la historia del cine
Coincidiendo con el centenario del nacimiento de Bette Davis, se ha publicado la biografía «Amarga victoria», en la que el historiador de cine Ed Sikov desgrana, mediante entrevistas y un estudio de sus películas, la vida de esa «mujer fuerte, inteligente y original» convertida en «estrella».
Carlos DEL AMO
``Amarga victoria'' (T&B) es también el título de una de sus películas de mayor éxito, dirigida por Edmund Goulding y en la que Bette Davis, que compartía cartel con Humphrey Bogart, daba vida a una mujer que descubre que tiene un tumor cerebral y que le queda muy poco tiempo de vida, papel por el que fue candidata al Oscar en 1939.
Fue Humphery Bogart el que dijo de ella que era «capaz de noquear a cualquiera que no fuera muy grande», y es que Ruth Elisabeth Davis, nacida el 5 de abril de 1908 en Lowell, Massachusetts, dejó huella de su marcado carácter entre todos los que la conocieron y en los millones de espectadores que descubrieron a la estrella en grandes títulos como ``Eva al desnudo'', ``La loba'', ``Jezabel'', ``Qué fue de Baby Jane'' o ``La extraña pasajera''.
Fallecida el 6 de octubre de 1989 en París, como consecuencia de un cáncer de mama, fue en Euskal Herria en donde realizó su última aparición pública cuando recogió el Premio Donostia en el Zinemaldia, ya que se mantuvo «orgullosamente» activa hasta el día de su muerte.
En ``Amarga victoria'', Ed Sikov, autor también de las biografías de Billy Wilder y Peter Sellers, habla de Bette Davis como de una de las «figuras más singulares y dominantes que ha producido la historia del cine».
Sus ojos tan enigmáticos y peculiares, aquellos a los que cantó Kim Carnes en ``Bette Davis Eyes'' en 1974, escondían, según Sikov, a una mujer «magnífica y exasperante, luminosa y belicosa a partes iguales; una fuerza de la naturaleza, un talento explosivo, que definió y preservó el significado de la palabra estrella durante más de medio siglo», período durante el que «trabajó como una burra».
El productor Jack Warner, su jefe durante muchos años, la describe como «una tía explosiva con una izquierda potente», y su amiga la también actriz Ellen Hanley dice que «fue uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX».
Con dos Óscar a la mejor actriz, de un total de 10 nominaciones, por ``Peligrosa'' (1935), de Alfred E. Green, y ``Jezabel'', de William Wyler (1938), fue una «veinteañera glamurosa» en cintas como ``El altar de la moda'', ``Cautivo del deseo'' o ``Una mujer marcada'', pero su imagen siempre será la de esa «madurez huesuda, curtida, de rasgos duros adornados por una mancha de carmín rojo» y cigarrillo en mano de cintas como ``La carta'' o ``Eva al desnudo''.
Más de ochenta películas
La actriz fue candidata a la preciada estatuilla en otras ocho ocasiones, y rodó más de ochenta películas entre ``Bad Sister'' (1931) y ``La bruja de mi madre'' (1988).
El Hollywood de los años 30 es «inconcebible» sin su personaje de la «bruja» de Mildred Rogers en ``Cautivo del deseo''; sin Julie Mardsen, la «arpía sureña» de ``Jezabel'', o sin Judith Traherne, la mujer «lúcida y segura» de ``Amarga victoria''.
El cine de los 40 es «inimaginable» sin la asesina sin remordimientos de ``La carta'', sin la superviviente de ``La extraña pasajera'', sin la Margot Channing de ``Eva al desnudo'', cuya interpretación «puso el listón tan alto en 1950 que el resto de la década decepcionó sin remedio», o sin el de la desequilibrada Baby Jane Hudson, que le llevó a representar el enfrentamiento que tenía en la vida real con otra de las grandes, Joan Crawford, en ``Qué fue de Baby Jane''.
Se casó cuatro veces y tuvo tres hijos, dos de ellos adoptados, pero, según el autor, todos sus maridos la consideraron «problemática, cascarrabias, agresiva y maleducada. Siempre presta a discutir y amiga de la botella».
Lo cierto es que Bette Davis llevaba «la beligerancia en las venas», pero también es cierto que sin ella «no hubiera existido otras grandes como Meryl Streep».
La diferencia es que ésta última «quiere que en el fondo queramos un poco a todos sus personajes», mientras que en el caso de Davis «le importaba un comino» y «si el papel requería que el espectador la odiara, ella hacía que la odiara, por eso la queremos», escribe Sikov.