Ocupación y resistencia en IRAK
El Gobierno y la oposición chiíta sadrista recomponen líneas con una frágil tregua
Fracasada la ofensiva gubernamental ante la resistencia del movimiento al-Sadr en Basora y en sus tradicionales feudos, ambos bandos mantenían ayer una frágil tregua. Pese a ello, todo apunta a que se preparan para otra batalla.
GARA | BAGDAD
Los milicianos de el Ejército de El Mahdi se han disuelto como un azucarillo entre la población obedeciendo la orden de su líder, Moqtada al-Sadr, no sin antes advertir de que están dispuestos a retomar las armas.
Testigos confirmaron que los conocidos como milicianos de negro no eran visibles en Medina al-Sadr, gran barriada nororiental de Bagdad y bastión del movimiento, ni en la sureña ciudad petrolífera de Basora.
Moqtada al-Sadr ordenó el domingo la retirada de su milicia de las calles tras consensuar un cese de hostilidades con el Gobierno colaboracionista.
Ello no impidió que el Ejército estadounidense siguiera bombardeando hasta bien entrada la noche del domingo objetivos en el noreste de la capital. Ataques en los que reivindicó haber dado muerte a 41 «criminales», calificativo con el que el Pentágono designa a los seguidores del movimiento al-Sadr.
«Obedecemos las órdenes de Moqtada, aunque a pesar de nuestro repliegue las fuerzas de ocupación han seguido bombardeando nuestro sector», se lamentó el portavoz del movimiento sadrista en Bagdad Hamdallah al-Rekabi.
Un mando de la milicia de al-Sadr, Haidar al-Assadi, confirmó que «hemos vuelto a casa pero estamos dispuestos a batirnos si los americanos entran en nuestro sector».
A modo de advertencia, la Zona Verde fue atacada nuevamente ayer con fuego de mortero que, según testigos, alcanzó a cinco personas y un soldado estadounidense murió en una emboscada en Bagdad.
El Ejército ocupante, que responsabiliza a la milicia chiíta de estos ataques, diarios desde el inicio hace una semana de la ofensiva contra su movimiento, mantenía un cerco total, con puestos de control y francotiradores en los tejados, sobre Medina al-Sadr. Por contra, la vida retomó ayer su pulso en Kazimiya, otra gran barriada chiíta en la otra orilla del Tigris.
No había reportes sobre la situación en Diwaniya, localidad conquistada el fin de semana por la milicia chiíta y en otras ciudades como Kut y Al-Amara.
Movimientos de ajedrez
Moqtada al-Sadr defendió el final de las hostilidades para aliviar el sufrimiento del pueblo iraquí. Un balance realizado por France Press eleva a 461 los muertos y a un millar largo los heridos desde el inicio de la ofensiva gubernamental en Basora el pasado 25 de marzo.
A Basora le quedaba agua para escasos días y la crisis humanitaria por falta de aprovisionamiento oteaba ya sobre todas las ciudades que han sido estos días escenario de enfrentamientos armados.
Es muy posible que el líder chiíta haya incluido este cálculo en la balanza para tomar una decisión -la de mandar parar- cuyo seguimiento generalizado por parte de sus milicias apuntala, por otro lado, su poder.
El Gobierno del primer ministro, Nuri al-Maliki ,se apresuró a saludar este anuncio. Y es que el Ejército de El Mahdi se ha mostrado un hueso duro de roer. Las imágenes de milicianos con armamento pesado requisado y junto a comisarías ardiendo revelan el verdadero «éxito» de la ofensiva gubernamental.
Sus soldados no han entrado en los sectores controlados por el movimiento al-Sadr y algunos llegaron a entregar sus armas a los milicianos a cambio de un ejemplar de el Corán.
Presentada como una operación de policía, al-Maliki tuvo que pedir auxilio a la aviación estadounidense y hasta las tropas británicas hicieron amago de volver a la ciudad de Basora para sostener a las desmotivadas tropas regulares iraquíes.
Un al-Maliki que ha puesto en juego su credibilidad al dirigir personalmente la fracasada ofensiva en Basora. Crecientemente impopular entre la población chiíta, todo apunta a que, pese a su fracaso, seguirá en el cargo. Y es que ni EEUU ni sus aliados en el Gobierno, el descabezado movimiento chiíta de la Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak (ASRII) ni los kurdos tienen un sustituto para el cargo.
Frente a todos ellos, el Ejército de El Mahdi ha vuelto a dar muestras de un valor temerario -disposición al sacrificio- y se ha mantenido firme en sus feudos. Unos feudos que crecen día a día seducidos por la ideología del movimiento sadrista, que combina una clara oposición a la ocupación con una ideología socializante y anclada en un nacionalismo iraquí personificado por una dinastía, la de los al-Sadr, que luchó desde el interior del país contra Saddam Hussein. Por contra, al-Maliki (partido al-Dawa) y la ASRII representan una corriente chiíta conservadora, colaboradora de EEUU y, en el caso de los segundos, clara deudora de otros agentes externos como Irán.
Dos visiones antagónicas otra vez en tregua pero con las espadas en alto. Listas para ser desenvainadas otra vez.
El movimiento al-Sadr exige la amnistía para sus presos, el final de las redadas masivas contra su movimiento y que se permita el regreso de los sadristas expulsados de sus casas en localidades como Diwaniya y Kerbala tras su alto el fuego de agosto.
France Press cifra en 461 los muertos y en un millar largo los heridos en seis días de ofensiva gubernamental contra el movimiento al-Sadr. El Gobierno no ha ofrecido datos sobre la proporción de civiles, milicianos y militares muertos.
EEUU ha reconocido la muerte de dos soldados en ataques de la resistencia sunita en el norte y oeste de Irak. Además, anunció el hallazgo del cadáver de un soldado capturado por la guerrilla en Bagdad en 2004. Otros tres siguen hoy desaparecidos.