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Martin Garitano Periodista

Tres años después

El próximo tres de junio se cumplirán tres años desde que Jon Idigoras Gerrikabeitia nos despidió en Deustua. Allí subió al tren de la eternidad y nos dejó, tristes, en el anden. Y, aunque alguno no lo quisiera -ni siquiera pueda jamás comprenderlo- el bueno de Jon está más presente que nunca entre nosotros. Y decir más que nunca no es una concesión a la épica política, sino el más fiel reflejo de la realidad. Pregunten, si no, a cuantos tuvieron el placer de conocerlo y tratarlo. Están presentes sus reflexiones sobre la serenidad que debe presidir los momentos de drama y zozobra -recuerden a Santi o a Josu-; está -¡cómo evitarlo!- el recuerdo del ingenio y humor con que hizo frente a la adversidad en una vida que, si fructífera y gratificante, nunca fue fácil ni cómoda. Pero es que Jon hizo del ingenio un método de supervivencia, del humor un código de conducta y de la honradez una razón de vivir. No todo el mundo puede decir lo mismo.

Y ahora, tres años después -paradojas de la España del botijo, las moscas y la siesta permanente del intelecto- Jon va a librar una nueva batalla en el Tribunal de Orden Público (enmascarado como Audiencia Nacional a la muerte de Franco), allí donde se forjó el espíritu indómito del luchador que nos enseñó a resistir con los pies clavados en la tierra y la mirada puesta siempre en el futuro. Donde nunca le falló el humor y el amor a sus principios. Dónde tantas lecciones de dignidad dio. Hasta el doctorado, pudiera decirse. Ahora, tres años después de aquella jornada de tristeza infinita y orgullo ante el último ejemplo de un hombre valiente y libre, el juez Baltasar Garzón -del que tantas veces se rió con la alegría del que tiene la conciencia tranquila- quiere sentarlo de nuevo en el banquillo, atarlo a la cuerda de presos junto a decenas de compañeros con los que compartió alegrías, ilusiones y tristezas hasta el último instante de su vida.

Garzón -y los que le jalean- ostenta el triste honor de no haber entendido a Jon. Tuvo decenas de ocasiones de aprender de su coherencia, honradez, valentía y sentido de la justicia. Las desaprovechó todas el que confundió ignorancia con prepotencia y ahora embiste contra Jon y sus compañeros. Contra los que sí aprendieron de él. Contra los que le siguen recordando y queriendo. Por eso está Garzón abocado a otra derrota. Porque a él no le recordarán con cariño. Jon, a buen seguro, estará riendo.

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