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«Jai Tek», una reflexión sobre la función social de la arquitectura

Marte Mujika y Roberto Villamayor presentan hoy en Tabakalera «Jai Tek», un libro que invita a reflexionar sobre la conveniencia de practicar una arquitectura basada en tecnologías sencillas e íntimamente ligada a las necesidades de la comunidad a la que está destinada.

Martin ANSO | DONOSTIA

Un recinto para festejos apto que desde hace más de tres siglos levantan todos los años los vecinos de la villa mexicana de Álvarez de Colima, los «árboles de aire» del «ecobulevar» de Vallecas, un sistema de abastecimiento de agua aún en vigor originario de la antigua Persia, la rehabilitación de las salinas de Gesaltza y la nueva casa consistorial «sostenible» de la localidad catalana de Santa Perpetua son los proyectos que dan pie a la reflexión que anima «Jai Tek/Tecnología feliz». Se trata de un libro que da continuidad a unas jornadas homónimas celebradas en la Escuela de Arquitectura de Donostia, que será presentado hoy, a las 19.00 horas, en Tabakalera.

Más allá de la espectacularidad

En arquitectura, no todo son edificios espectaculares firmados por profesionales de renombre. También existen obras basadas en tecnologías adecuadas, no necesariamente las más novedosas, que resuelven los problemas para los que han sido creadas con eficacia y a satisfacción de la comunidad. A este tipo de obras cabría aplicarles el término Jai Tek, creado con una buena dosis de ironía por Marte Mujika y Roberto Villamayor en cotraposición a la etiqueta anglosajona High Tech, de fonética similar pero que designa una arquitectura ligada a las tecnologías más sofisticadas.

«En euskara -hace notar Mujika-, jai hace referencia a la fiesta, a la alegría (jai alai). En castellano hemos optado por tecno- logía feliz, que, más que una traducción, es una idea complementaria a Jai Tek».

Tecnología, porque la arquitectura es tecnología -«el arquitecto es un técnico», subraya Villamayor-, y feliz, primero, «porque feliz es el punto de encuentro entre los problemas a resolver y los recursos disponibles a través del diseño apropiado»; y, segundo, porque feliz es el hecho de que la comunidad para la que una obra ha sido realizada «se apropie» de ella. «Cuando esto se cumple, la arquitectura cobra una dimensión auténticamente cultural y, además, suele dar lugar a obras realmente bellas, con independencia de su espectacularidad», añade Villamayor.

A través de los proyectos analizados, el libro llama la atención sobre aspectos como que sencillez y eficacia no están reñidos, que el presupuesto puede ser también una herramienta («la economía no es el principio del menos, de la reducción, sino de la jerarquía y del mínimo necesario») o que los arquitectos deben ser conscientes de la «huella ecológica» de lo que proyectan («la edificación es hoy una de las principales causas de agresión al entorno»).

Marte Mujika y Roberto Villamayor saben que son muchos los aspectos que condicionan hoy la profesión y no pretenden sentar cátedra, pero sí aportar «un conjunto abierto de pensamientos y obras para reflexionar, como un juego, sobre la condición técnica y la función social del arquitecto».

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