Los fieles que acudieron el pasado fin de semana a la decena de parroquias de Durangaldea pudieron oír un comunicado suscrito por el Consejo Pastoral comarcal en el que afirman que el nombramiento del gernikarra Mario Iceta Gavicagogeascoa como obispo auxiliar de Bilbo «ha supuesto un quebranto de nuestra confianza y de nuestra comunión en la Iglesia. Lo que tendría que haber sido un motivo de alegría -subrayan- se ha convertido ya en causa de desaliento y preocupación».

Tras aclarar que asumen su designación por la Santa Sede, censuran el sistema que la jerarquía de la Iglesia católica ha empleado. En concreto, lamentan que no se hayan escuchado las sugerencias salidas de los consejos diocesanos vizcainos, tal y como se solicitaron a raíz de la controvertida elección hace doce años de Ricardo Blázquez.

Así, recuerdan cómo en la sesión del Consejo de Presbiterio -una especie de comisión de sabios de los sacerdores vizcainos conformada por cinco curas y el obispo- del 11 de junio de 2007 un portavoz de los curas reclamó que ante el inmimente relevo del obispo auxiliar emérito Karmelo Etxenagusia se tuvieran en cuenta las recomendaciones de los órganos de representación de la diócesis. La respuesta de monseñor Blázquez fue de que «eran sólo rumores y que la Santa Sede tiene sus propios cauces para la designación de los obispos».

Para quienes conforman el Consejo Pastoral de Tabira, el de Durangaldea, los métodos del Vaticano no son buenos para la Iglesia ni para los que vayan a ser designados obispos. «Si en un tiempo tuvo su sentido para preservar la libertad de la Iglesia frente al poder político y económico, ahora, mantener el mismo sistema, es una perversión porque permite que la designación de los obispos pueda quedar en manos, no del Santo Padre que no puede conocer a todos los candidatos, sino de otros intereses ajenos al bien de la diócesis a la que van a ser destinados», argumentan para insistir en su demanda de que sean consultados los consejos diocesanos antes de un nombramiento de esta dimensión.

«Creemos que nombrar a un obispo auxiliar es un asunto de la mayor importancia y, lamentablemente, don Ricardo no ha considerado conveniente oír a los Consejos, lo que, a nuestro juicio, es una desconsideración; y lo decimos con todo respeto y con toda libertad», manifiestan, augurando que «ahora ha sido el obispo auxiliar y mañana, o el año que viene, será el obispo titular quien será designado sin que estos Consejos sean escuchados. Por eso manifestamos nuestro dolor».

Esta reacción es otro ejemplo de los días convulsos en la Iglesia vizcaina. Las más significativas desde que se hiciera pública la designación de Mario Iceta había sido la dimisión de Bittor Uraga, secretario general del Consejo Pastoral Diocesano, el máximo órgano laico en la diócesis que dirige Ricardo Blázquez, y la protesta pública de los cinco miembros de la Comisión Permanente del Consejo Presbiterio y nueve del Comité Ejecutivo del Consejo Pastoral Diocesano por no haber sido oídos, «ni tan siquiera informados», por la curia vaticana.

La dimisión de Uraga es sólo una muestra del recelo con que será recibido Mario Iceta Gavicagogeascoa, un hombre al que se relaciona con el Opus Dei y los postulados de los cardenales integristas Antonio María Rouco Varela y Antonio Cañizares, a pesar de que él lo niegue. El déficit democrático en la Iglesia católica es denunciado constantemente por muchos fieles, y en esta ocasión desde los propios órganos de la diócesis vizcaina, por primera vez en la historia, se ha lamentado esa falta de transparecencia.

El «gesto» de Kristau Sarea

Desde las comunidades cristianas, Kristau Sarea también quiere expresar el sentir de los fieles vizcainos respecto al nombramiento, organizando «un gesto público de elección de obispo», como demostración de que «cada día se hace más difícil reconocer en nuestra iglesia diocesana el espíritu de corresponsabi- lidad, pluralidad y participación que durante muchos años, muchos militantes, intentamos desarrollar en nuestras parroquias, grupos y comunidades».

La iniciativa, que no coincidirá con la consagración como obispo auxiliar de Iceta -se celebrará el 12 de abril en la catedral de Santiago-, pretende ser un gesto «respetuoso y participativo», en el que se reivindicará la necesidad de que la democracia llegue a la toma de decisiones en el seno de la Iglesia católica. «La compresión jerárquica de la Iglesia se extiende y amplía, ocultando y asfixiando la pluralidad de la comunidad cristiana», señalan desde Kristau Sarea Bizkaia.