Su documental sobre Dylan fue un gran éxito de crítica. ¿Pensó en hacer algo similar con los Stones?

Bueno, hacer una historia de los Stones sería hacer una película muy diferente. Y honestamente, yo quería ver la actuación. Lo que quería ver es lo que les hace tan especiales, incluso ahora. Está permitido envejecer con elegancia si eres un bluesman, un músico de jazz o un cantante de ópera, pero la edad es un problema cuando tiene que ver con el rock and roll. Sin embargo, estás viendo a muchos de los grandes del rock envejecer con elegancia, que se mueven ahora en otro nivel de madurez y poder. Eso es lo que quería ver y capturar. También estaba interesado en el cambio de forma, como Dylan, y en el intérprete que puede crear algo en una audiencia que está tan abrumada por una emoción que supera los sentidos. Es una reacción primaria.

¿Qué es más difícil, hacer una película de ficción o grabar a los Stones en directo?

Son cosas diferentes, dos formas distintas de narrativa. Con los Stones, una vez que conseguimos tener a las dos máquinas trabajando juntas - la máquina de los Stones y la máquina de la película-, con todas las cámaras preparadas y con la iluminación de Bob Richardson, una vez que lo tuvimos todo junto, fue formidable. No puedo describir la corriente de adrenalina durante las dos horas de concierto. La primera canción empezó, y entonces pareció que se terminaba en menos de un minuto. Estaba viendo 18 imágenes frente a mí. Yo apuntaba a una cámara y le hablaba al operador para moverse con cuidado para allá y para acá. Fue un placer, absolutamente aterrador.

¿Puede explicar su obsesión por los Rolling?

Creo que está conmigo porque su música está basada en el blues y a mí me encanta el blues. Mi hermano tocaba un poco la guitarra y mi padre un instrumento de cuerda, en realidad nunca lo escuché tocar pero él me contó que lo hacía, y hay algunas filmaciones de él tocando la mandolina. Django Reinhardt es el primer músico que recuerdo haber escuchado. Los Stones, por supuesto, vinieron mucho después, y ellos eran algo más. Tenían un matiz que no podías escuchar en otro rock and roll, y las letras eran duras e irreverentes. A veces, sus canciones me recuerdan en letra y en actitud a Kurt Weil y a «La ópera de tres peniques», de Bertold Brecht. El mundo en el que me crié tenía mucho que ver con el universo de aquella ópera. GARA