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Raimundo Fitero

Normalidad

Hay que poner un título y, por automatismos que tiene su origen en el mal uso de las excrecencias neuronales, se aposenta en la línea de arriba la palabra normalidad y no hay manera de quitarla. No admite variaciones. Así que apechugamos sin saber exactamente a qué se puede llamar normalidad en el día de hoy. Creo que apareció la palabra al ver los resultados de audiencias de la gala de presentación de la nueva edición de OT. Los datos de todo el Estado y los correspondientes a la CAV. Más porcentaje que en el resultado general. Parece un valor seguro. Es fiel a sí mismo. Han hecho una sección de personal para dar espectáculo. Aunque en términos absolutos, fue un partido de fútbol el que tuvo en la noche del martes los mayores números, pero eso también forma parte de la normalidad entrecomillada en la que nos movemos, OT acabó con unos porcentajes extraordinarios.

Otro signo de normalidad bajo sospecha es que La 2, que retransmitía en directo la sesión de investidura del candidato José Luis Rodríguez Zapatero alcanzó una audiencia que supera, y con mucho, a la media de sus ofertas habituales. Lo que nos debe hacer pensar sobre el valor de espectáculo audiovisual de estas retransmisiones, y hasta del interés de algunos millares de ciudadanos por saber qué se dicen en estas sesiones. ¿Y qué se dicen? Pues se dicen muchas palabras. Miles o millones de palabras. Se aplaude, se duerme, se ven los pasteleos y en esta ocasión, hubo muy poca tensión, como si no estuviera bien ensayado el espectáculo. O que algunos actores no saben si son secundarios o protagonistas.

Entiendo como normalidad que «Los hombres de Paco» se mantengan en un buen nivel de aceptación, pero que algunos renunciemos a seguir sus peripecias por el simple hecho de que nos parece que ya lo hemos visto. O que entra dentro de lo que hoy se podría llamar normalidad, que en los programas de las televisiones que Esperanza Aguirre les concedió a sus amigos y que aparecen en las plataformas de pago, las opiniones políticas sean en estos momentos un garabato posicional. ¿Quién se comerá el queso?

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