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Sesión de investidura en Madrid

El PNV tendrá que jugar «a pequeña» ¿E Ibarretxe?

El poner como límite una Constitución de hace 30 años que la ciudadanía vasca no aprobó, se está conviritendo en un obstáculo insalvable para cualquier acuerdo de normalización democrática.

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José Luis Rodríguez Zapatero ya ha dejado claro en el debate que alcanzar un «pacto singular» con el PNV no está entre sus prioridades y que la «hoja de ruta» de Lakua le parece «una aventura». Josu Erkoreka admitió que se conformarán con buscar acuerdos puntuales, pero el lehendakari tiene un plazo y una palabra que cumplir.

Iñaki IRIONDO

Las dos sesiones del pleno de investidura de José Luis Rodríguez Zapatero han servido para constatar que, al menos durante unos cuantos meses, «la cuestión vasca» no va a estar entre sus prioridades públicas más allá de la práctica represiva contra la izquierda abertzale y su apoyo más o menos expreso al sueño del PSE de desalojar a Juan José Ibarretxe de Ajuria Enea. Siguiendo la metáfora de Josu Erkoreka -que tan poco gustan a Zapatero- el presidente no va a jugar a la mayor en el terreno de la normalización política, ni con el PNV ni con ETA. De momento, quietud y a enredar a todos en la búsqueda de consensos.

Ni siquiera el apocalíptico dilema que le planteó el portavoz jeltzale de «entendimiento o caos» movió un ápice a José Luis Rodríguez Zapatero. «Ni acuerdos sobre la hoja de ruta del lehendakari ni pacto singular demandado por Iñigo Urkullu ni ochocuartos. Nada de aventuras. Si quieren un acuerdo de reforma estatutaria para incrementar el autogobierno, les paso el teléfono de Patxi López y ya lo hablan ustedes allí en el País Vasco», vino a responderle el presidente en funciones.

El PNV llegó a esta sesión de investidura con dos apuestas, más o menos entrecruzadas, más o menos superpuestas. Una, la propia del partido y la otra compartida con los socios de Gobierno de Lakua y abanderada por el lehendakari. La apuesta del PNV, recogida en su programa electoral, propone al futuro presidente del Gobierno un acuerdo para «poner las bases de la normalización política vasca; entendiendo por tal, la consecución de un marco de convivencia consensuado y avalado por una clara mayoría de la sociedad vasca». La del lehendakari, le pone además fechas y plazos concretos y una fórmula inicial: el diálogo y acuerdo entre las cabezas visibles de los gobierno de Madrid y Lakua. Afrontar estos retos, era lo que Josu Erkoreka llamaba «jugar a la mayor», evocando las partidas de mus.

Rodríguez Zapatero le respondió, sin embargo, con una larga cambiada. «Siempre estoy dispuesto a dialogar con el PNV y con el Gobierno vasco que representa el lehendakari para profundizar en el autogobierno del País Vasco, para mejorar la convivencia en el País Vasco. Lo voy a hacer. Los límites de ese diálogo los conocen ustedes bien: la Constitución y los procedimientos que en ella se establecen. Igual que conocen bien mi deseo de que ese diálogo se produzca sobre todo en el País Vasco entre el PNV y el PSE. Mi deseo es el consenso básico necesario para mejorar la convivencia en el País Vasco y que alcance a todos, a nacionalistas y a no nacionalistas».

Y ante la queja de Erkoreka que de que Rodríguez Zapatero ponía límites pero no hacía propuestas, el candidato le respondió que su propuesta era «seguridad y certidumbre; respeto a la Constitución y a las leyes. ¿Incremento del autogobierno? Sí. ¿Diálogo? Sí. ¿Entendimiento? Sí. Aventuras no. No subimos al tren si no sabemos dónde va». Y después añadió que, además, quieren que la estación de llegada «respete de manera clara la Constitución y el ordenamiento jurídico».

Las apelaciones de Zapatero a la Constitución son un muro contra el que van a estrellarse todos los intentos de solución y normalización democrática en Euskal Herria. En ocasiones parece incluso un tic obsesivo. Cabe recordar, por ejemplo, que la declaración pactada entre las partes que el presidente del Gobierno debía hacer pública para abrir oficialmente el proceso negociador con ETA no incluían referencia alguna a la Constitución. Y, sin embargo, Rodríguez Zapatero las introdujo en dos ocasiones, lo que fue posteriormente criticado por la organización armada.

El problema de poner la Constitución española de 1978 como límite para cualquier acuerdo entre los vascos y de estos con el Estado es que el texto no fue respaldado en Euskal Herria. El famoso «consenso constitucional» no incluyó a las fuerzas políticas vascas, salvo a aquellas que eran meras sucursales de partidos españoles, y ello se vio reflejado en que el porcentaje de votos favorables quedó muy por debajo del 50% de la población.

Rodríguez Zapatero es consciente de ello, pues un oportuno reflejo de última hora le evitaron meter la pata al respecto en una de sus respuestas a Mariano Rajoy. Hablaba el candidato de que los pactos de estado deben ir más allá de los dos grandes partidos estatales y puso como ejemplo que «el gran pacto de estado es el pacto constitucional. Le recuerdo -le dijo a Rajoy- que en el Pacto constitucional no sólo estuvieron en aquel entonces la UCD y el Partido Socialista, estuvieron, afortunadamente, otras fuerzas políticas». En ese momento, un diputado, no se sabe si para ayudarle o para tenderle una trampa gritó «el PNV». Pero Zapatero no se dejó engañar y mencionó sólo a CiU y el PCE.

Y es que el PNV se posicionó en el 78 por la abstención, mientras desde la izquierda abertzale se hacía un llamamiento al voto negativo en el referéndum constitucional.

Por todo ello, la frase que como un mantra pronuncia Zapatero de que «si vivimos juntos, decidimos juntos», le falta la advertencia inicial de que nunca, en realidad, hemos decidido vivir juntos.

Pese a la rotundidad con la que el presidente del Gobierno situó su oferta muy lejos de las aspiraciones iniciales del PNV, parece que en este partido están todavía dispuestos a darle otra oportunidad. Iñigo Urkullu declaraba en la tarde de ayer sentirse defraudado, aunque anunciaba también que estarán «atentos» a los primeros días de gobierno, porque tampoco se puede «esperar eternamente», para ver «el compromiso» de Rodríguez Zapatero y del PSOE para «dar satisfacción a la demanda» de intentar «reconducir la convivencia política en función de un encaje amable de Euskadi en el Estado español».

Urkullu precisó que su partido acudirá «con espíritu constructivo» a la reunión que mantengan con el presidente del Gobierno, aunque a la demanda de «certidumbres y no aventuras», replicó que «la única certidumbre que parece que teníamos, es la del Estatuto de Gernika y, sin embargo, hoy seguimos con 37 materias pendientes de transferir, por lo que no debía ser tanta certidumbre, y parece ser que para algunos es una aventura permanente».

De todas formas, todo parece indicar que, de momento, Zapatero sólo quiere al PNV para «jugar a la pequeña», para aprobar leyes sectoriales o tal vez los presupuestos, como en la pasada legislatura. Lo llamativo es que los jeltzales se lo aceptan. Erkoreka se lo dijo textualmente durante el debate. «Si sólo juega a la pequeña, no le faltarán compañías del PNV. Nosotros jugamos todas las partidas y todo lo que vaya a redundar en beneficio del desarrollo económico del país, del bienestar y de la prosperidad contará con nuestro apoyo y con nuestro respaldo». ¿Para qué va a cambiar entonces el PSOE de juego?

Quien lo va a tener más difícil para jugar a pequeña sin perder todo en ello será el lehendakari, a quien se le agota el tiempo para alcanzar antes de que expire junio «un pacto político entre Euskadi y España sobre dos principios claros: el principio ético de rechazo a la violencia y el compromiso de la sociedad vasca con las vías única y exclusivamente políticas y democráticas; y el principio democrático de respeto a la voluntad de la sociedad vasca y el compromiso de incorporar ese reconocimiento y su ejercicio en el ordenamiento jurídico».

La España a la que el lehendakari pide un «pacto político» ya le ha dicho que no está por la labor. De hecho, vistos los resultados del 9-M, tanto el PSOE como el PSE parecen haber puesto al propio Ibarretxe en su punto de mira, y a lo que realmente aspiran es a sacarlo de Ajuria Enea. Y para ello contemplan dos vías: ganarle las elecciones (algo que con realismo se ve difícil) o que acabe por no ser el próximo candidato del PNV al cargo.

Y lo cierto es que Juan José Ibarretxe tiene una papeleta difícil. Se comprometió a que si no había acuerdo con Madrid, propondría la celebración de una consulta. Pero hoy por hoy es discutible que el PNV y EB vayan a seguirle con entusiasmo en esta apuesta y también dentro de EA se escuchan voces que discuten la conveniencia de seguir la «hoja de ruta» con todas sus consecuencias.

José Luis Rodríguez Zapatero ha puesto sus cartas sobre la mesa. A buen seguro guarda otras en la manga. Pero la cuestión es: ¿cumplirá Juan José Ibarretxe su palabra y echará un órdago en junio o pedirá mus y un nuevo reparto?

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