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Diez años del acuerdo de Viernes Santo

Avances importantes, pero aún mucho por hacer

El Acuerdo de Viernes Santo ha cumplido ya una década, una década en la que se han logrado grandes avances, aunque aún queda mucho por hacer. Aquella gran «foto de familia» dio paso a la esperanza pero también a momentos llenos de dificultades, porque lo difícil no era lograr su firma sino su implementación.

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Soledad GALIANA

Dublín

Hoy en los estudios de la BBC en Belfast se reúnen los protagonistas de las negociaciones que culminaron en la firma del Acuerdo de Viernes Santo hace exactamente diez años. Alrededor de la mesa se sentarán el primer ministro irlandés Bertie Ahern, el responsable de la Comisión de Decomiso, general John de Chastelain, el viceprimer ministro norirlandés, Martin McGuinness, el presidente de Sinn Féin, Gerry Adams, el que fuera líder del SDLP John Hume y su sucesor Mark Durkan, el líder del UUP Reg Empey, la representante del lealista PUP Dawn Purvis, el que fuera líder del Partido de la Alianza, John Alderdice, y la que fuera presidenta del difunto Partido de las Mujeres, Mónica McWilliams.

En esta «foto de familia» ya se registran las ausencias de algunos personajes claves, como el ex primer ministro británico, Tony Blair, ahora enviado especial para Oriente Medio, o el líder del PUP, David Ervine, que falleció en enero de 2007 a consecuencia de una hemorragia cerebral. O Mo Mowlan, la secretaria de Estado que se entrevistó con los presos lealistas y republicanos en la cárcel de Long Kesh para conseguir su apoyo al proceso negociador. O David Trimble, ex líder del UUP retirado de la política. Otra ausencia notable es la del DUP, aunque este partido nunca ratificó el Acuerdo.

Y entre los que están, se encuentran aquellos que tienen las horas contadas, como el primer ministro irlandés, Bertie Ahern, que abandonará su cargo el 6 de mayo -un día antes de que Paisley haga lo propio con el Gobierno norirlandés- y aquellos cuya relación con la política ha cambiado sustancialmente, como John Alderdice, que abandonó su puesto como presidente de la Asamblea por la Cámara de los Lores británica, o Mónica McWilliams, que, tras la disolución de su partido, ha vuelto a la vida académica. En el frente lealista, Billy Hutchinson, segundo de a bordo en el PUP, y Gary McMichael, líder del UDP, dedican sus esfuerzos al trabajo de base como activistas comunitarios.

Las dificultades

Claramente, el momento dulce que vive el proceso irlandés permite mirar al pasado con un tono anecdótico que desdibuja las dificultades que el Acuerdo de Viernes Santo ha encontrado en su implementación. Si en algo están de acuerdo los participantes en la firma del documento es en darle la razón al que fuera uno de los coordinadores de la negociación, el estadounidense George Mitchel, que en su momento advirtió de que la firma del Acuerdo era lo fácil, y lo difícil, su implementación. Y ahí está la clave de las dificultades que ha vivido este proceso a día de hoy, el tira y afloja en cuestiones como la desmilitarización, la formación del ejecutivo, el decomiso de armamento, la reforma policial... En todos estos temas se han producido avances más o menos importantes, pero en la negociación y discusión de cada aspecto ha habido controversia, enfrentamiento, y condiciones previas. Como explica Blair en un artículo de opinión publicado en el diario irlandés «The Irish Times» hace dos semanas, el Acuerdo era sólo el esqueleto del proceso, y la dificultad estaba en el músculo, porque «después del apretón de manos, llega el trabajo duro».

Blair habla también del tedio de las interminables negociaciones. El hecho de que el Acuerdo se firmará en Viernes Santo fue una mera coincidencia, una nueva extensión del plazo para alcanzar un acuerdo que, inicialmente, se había planteado para el 8 de abril de 1998. Blair se extiende en alabanzas hacia aquellos que han trasladado «las palabras del acuerdo a la consecución de la paz, el poder compartido y progreso», entre ellos Martin McGuinness e Ian Paisley, los políticos republicano y unionista que ahora lideran el Ejecutivo norirlandés.

Paisley, fundador del DUP, es otro de los rostros que nos abandonarán en breve, cuando el 7 de mayo abandone la dirección del partido y el cargo de primer ministro. La incógnita no es tanto quién será el sustituto, ya que todo indica que le sucederá Peter Robinson, sino cuál será el impacto de este cambio. Robinson es una mente pragmática, pero sin el carisma y carácter de Paisley, lo que pondrá fin al apelativo de «hermanos risitas» que McGuinness y Paisley se habían ganado gracias a la innegable buena relación entre ambos. Robinson es introvertido, y su posición dentro del partido no cuenta con el peso histórico de su predecesor. Algunos temen que ceda ante la presión de aquellos que desean el retorno a posiciones de confrontación con los republicanos. Sólo el tiempo aclarará si Robinson se deja ganar por McGuinness, o cae prisonero de las luchas de poder dentro de su partido.

Lo que sí es evidente es que desde que el pasado 8 de mayo el DUP aceptase formar Gobierno con Sinn Féin, el enfoque y los problemas entre ambas comunidades políticas no son los mismos.

Otra relación que claramente ha cambiado es la establecida entre Londres y Dublín. Este proceso ha servido para borrar los últimos retazos de colonialismo en la conciencia irlandesa y británica. Blair le dio una oportunidad a Dublín de ser un igual en el proceso, y Dublín supo reclamar su posición cuando fue necesario. Este ha sido un proceso asociativo, entre iguales, en el que todas las cuestiones se pusieron en la mesa.

Cambio de postura de Londres

Aquí también, el Gobierno británico se ha movido de la criminalización del movimiento republicano a la aceptación de que sus aspiraciones y objetivos políticos, aunque opuestos a los intereses de Londres, son válidos y merecen ser representados en el espectro político, como muestra la Declaración de Downing Street, que permite a los norirlandeses decidir bajo qué jurisdicción desean desarrollar su futuro, la británica o la irlandesa -la declaración se incluyó como un anexo en el Acuerdo de Viernes Santo-.

La actitud de Londres y la evolución de las posteriores negociaciones reforzaron dentro del movimiento republicano la idea de que la negociación era el frente adecuado para la consecución de sus aspiraciones, y llegó el momento en el que la presencia del IRA se había transformado en la excusa a la que recurrían los unionistas para obstaculizar el avance del proceso.

Por ello, en abril del 2005, Adams consideró que había llegado el momento de pedirle al IRA el fin de su campaña y el desarme, una petición a la que el IRA contestó afirmativamente el 28 de julio de ese año, una decisión que cambió el espectro político irlandés completamente. Anteriormente, el IRA había llevado a cabo tres actos de destrucción de armas en 2001, 2002 y 2003.

Sin embargo, la posición del IRA no ha servido de modelo a los grupos paramilitares y lealistas. Cada informe de la Comisión de Verificación resalta los niveles de extorsión, tráfico de drogas, prostitución... que, poco o nada, tienen que ver con un ideario político. La negativa a desarmarse ya no se debe a la necesidad de protección frente al IRA, sino al temor de los continuos enfrentamientos internos relacionados con el control de estos «negocios». Estas actividades, junto a los crecientes índices de conducta antisocial, son una de las preocupaciones del Consejo Policial, una institución creada bajo los auspicios del Acuerdo con la responsabilidad de monitorear la actividad policial.

La participación en las instituciones policiales fue una de las mayores dificultades para Sinn Féin, y requirió una Asamblea Extraordinaria del partido, con un debate rico e intenso, que finalizó con un apoyo mayoritario a la aceptación de las instituciones policiales para trabajar desde dentro en la creación de un servicio policial más acorde a las necesidades y sentimientos de la comunidad republicana en el norte de Irlanda.

Esta era una de las condiciones impuestas por el Acuerdo de St. Andrew's, rubricado por todos los partidos norirlandeses -incluyendo esta vez al DUP- y los gobiernos de Londres y Dublin. A cambio de la integración de Sinn Féin en el Consejo Policial, el DUP prometió la formación del ejecutivo y la estabilidad de las instituciones. Hasta ahora, ha cumplido con gusto.

Sinn Féin ha sido, sin duda, una de las claves del proceso. Bajo el liderazgo de Adams y McGuinness, el partido ha alcanzado una estimación pública que no recibía desde principios del siglo XX. Los republicanos pasaron de ser un partido «marginal» a la sombra del «moderado» SDLP a ser el partido nacionalista más votado en el norte de Irlanda en 2003 -una tendencia que curiosamente también se repitió en la comunidad unionista, donde el DUP superó al UUP-.

Ahora, se sienta con comodidad en las instituciones con la vista puesta en el avance de aquellos aspectos del Acuerdo de Viernes Santo y del Acuerdo de St. Andrew's que quedan pendientes, y que prometen debates intensos e interesantes. Algunos de estos compromisos se refieren al estatus del gaélico irlandés, una legislación que el ministro de Cultura del DUP, Edwin Potts, se negó a presentar ante la Asamblea, y la transferencia del poder judicial y policial de Londres a Belfast, algo para lo que el DUP dice no estar preparado pese al apoyo mayoritario manifestado por la población norirlandesa.

Pese a las dificultades, todos quieren ser optimistas. La próxima parada es una conferencia internacional con la que el Gobierno quiere atraer inversión extranjera que facilite el desarrollo de la economía. En palabras de Gerry Adams, «los habitantes de esta isla no han empezado un siglo con tanta esperanza y confianza en los últimos 800 años».

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