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Calles desiertas y toque de queda en el aniversario de la toma de Bagdad

La frustración ante un futuro incierto y la decepción cunden entre los iraquíes, que ayer «celebraron» el quinto aniversario de la entrada de los invasores en Bagdad y la caída del régimen de Saddam Hussein. La imagen del derribo de su estatua en la plaza Firdaus, que muchos conservan en sus retinas y que se convirtió en símbolo de su derrocamiento, dio paso a un lustro de matanzas de civiles, escuadrones de la muerte, y desmantelamiento de servicios básicos.

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Cinco años después de la llegada de las tropas estadounidenses, Bagdad era ayer una ciudad en la que todas las calles estaban desiertas debido al toque de queda. Únicamente, los vehículos oficiales y los de las fuerzas de seguridad estaban autorizados a circular ayer por la capital iraquí. No hubo ninguna ceremonia oficial para conmemorar la entrada de los tanques invasores en la ciudad.

El Gobierno había declarado el miércoles día festivo y todas las administraciones permanecieron cerradas. Tampoco abrieron sus puertas la mayoría de los establecimientos comerciales y sólo unos pocos peatones deambulaban por las calles.

En pleno corazón de Bagdad, la plaza Firdaus, donde hace cinco años fue derribada la estatua de Saddam Hussein, estaba también desierta. El 9 de abril de 2003, dos centenares de manifestantes, ante los ojos del mundo entero, participaron en el derribo por parte de soldados estadounidenses de la estatua. Ayer, sólo había unos pocos periodistas extranjeros con intención de entrevistar a los curiosos, en su mayoría indiferentes.

Algunas docenas de manifestantes baazistas denunciaron la ocupación de EEUU y sus aliados en el barrio suní de Adhamiyah, donde Saddam realizó su última aparición pública ante sus seguidores.

No hubo ninguna otra movilización después de que el clérigo chií Moqtada al-Sadr anulara, para «ahorrar sangre iraquí», la convocatoria de manifestación prevista para ayer con el fin de denunciar la presencia estadounidense en el país árabe.

Al-Sadr, presionado por la ofensiva del Gobierno colaboracionista de Nuri al-Maliki contra el Ejército de al-Mahdi, había amenazado también con poner fin a la tregua unilateral que su milicia mantiene desde agosto del año pasado.

«El ambiente de fiesta que trajo consigo la caída de la estatua de Saddam Hussein se convirtió más tarde en una pesadilla continua», se lamenta el analista suní Abdelqader Obeidi.

A su juicio, «cualquiera que diga que el 9 de abril de 2003 es un día extraordinario, está equivocado, porque ese día el Estado se derrumbó junto con el régimen de Saddam».

Los ciudadanos iraquíes se quejan de la «violencia sectaria» y aseguran que ««en los últimos cinco años hemos vivido en estado de terror», afirma Um Laiz.

Trece muertos en Ciudad Sadr

Coincidiendo con este triste aniversario, trece personas, entre ellas siete civiles, fallecieron ayer en el barrio de Ciudad Sadr de Bagdad, donde desde hace cinco días combaten tropas de EEUU y milicianos chiítas y a pesar de que la intensidad de los enfrentamientos, que la noche anterior se cobraron otras seis víctimas mortales, había disminuido por la mañana. A pesar de la relativa calma, tres obuses de mortero impactaron sobre un grupo de casas en el populoso barrio y mataron a siete civiles e hirieron a 24 más.

En total, han muerto al menos 55 personas en Ciudad Sadr desde el inicio de los combates el domingo.

Por otro lado, el Ejército de estadounidense informó ayer de la muerte de dos de sus soldados en las últimas 24 horas. Uno de ellos perdió la vida el martes en un accidente «no bélico», y el segundo, por la explosión de una bomba durante una operación de apoyo contra la insurgencia.

Jueces rechazan investigar la participación británica en la guerra

Las madres de dos soldados británicos muertos en Irak perdieron ayer su batalla legal para forzar al Gobierno del laborista Gordon Brown a abrir una investigación sobre la intervención armada de Gran Bretaña en el país árabe. Nueve jueces de la Cámara de los Lores, máxima instancia judicial británica, rechazaron el recurso presentado por las madres de David Clarke y Gordon Gentle contra una decisión del Tribunal de Apelación, que en 2006 consideró que la Administración británica no está obligada a iniciar una investigación sobre el conflicto.

Las demandantes argumentaron que el anterior Gobierno, del también laborista Tony Blair, no cumplió con su obligación de asegurar, antes de la invasión de 2003, que ésta era legal y estaba justificada. Consideraron que si el Ejecutivo, obligado en virtud de la Convención Europea de Derechos Humanos a proteger la vida humana, también la de los soldados, hubiera cumplido con este deber legal antes de invadir Irak, la guerra y las muertes de sus hijos podrían haberse evitado.

Se preguntaron cómo fue posible que el asesoramiento «equívoco» del año 2003 dado por el entonces fiscal general lord Goldsmith de trece folios, quedó reducido en unos días a uno «inequívoco» de un folio, que decía que la invasión era legal.

Al rechazar el recurso, los jueces señalaron que quienes trabajan en «los servicios de emergencia arriesgan la vida en nuestro nombre para proteger a otros. Los que sirven en las Fuerzas Armadas lo hacen con conocimiento de que pueden ser llamados a arriesgar la vida en defensa de su país o sus intereses legítimos». GARA

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