El PNV da cursos constantes de ética política. Bueno, para ellos ética es algo multiforme, aplicable a sus ideas mercantilistas de la vida política, es decir administrativa, comercial y económica, que es todo una, grande y libre ocurrencia totalitaria de la democracia orgánica que practican y aplican. La deriva pesebrista de sus dirigentes es tan enorme que son capaces en el mismo Teleberri de proponer una moción supuestamente «ética», para arrebatar las alcaldías de algunas poblaciones a quienes el pueblo ha votado y expulsar del partido a quien, por las razones que sean, ha tenido la osadía de no tapar más la corrupción desaforada de algún miembro de la cúpula guipuzcoana del partido del «Negocio Vasco», como dijo Arnaldo en una de sus últimas apariciones en libertad antes de que estos éticos de pacotilla propiciaran, fueran cómplices, indujeran y aplaudieran su estado actual, que como el de tantas decenas de vacos y vascas, no son otra cosa que encarcelados por una simple opinión política, técnicamente, presos de conciencia , bastantes más, por cierto, que los que hay en Tibet.

Sin exageraciones, el tufo mafioso que emite Egibar y sus constructoras, es tan grande que Berlusconi parece un monaguillo. La corbatas de Urkullu hacen tanto juego con las cortinas del Ministerio del Interior español que ni siquiera los planes del señorito Ibarretxe, esos jueguecitos de distracción, pueden darle legitimidad alguna a estos depredadores de la autenticidad democrática. Su ética es la misma que la de Ramón Jauregi y Pérez Rubalcaba y todos sus sucesores, adláteres y corifeos, que llevan paseándose por las cloacas del Estado con donosura y acumulando momias debajo de todas las alfombras.

Y Zapatero parió. Más de lo mismo, pero en marcha atrás. No hay nada más seguro que hacerlo fatal para que en los equipos de los presidentes mediocres se te mantenga. Así brilla más el que firma los nombramientos y los ceses. Esto es también otra lección de la ética de la insolvencia. Entramos en una legislatura demencial, que no va a traer nada bueno para Euskal Herria. Éticamente se repartirán el pastel para seguir medrando y acumulando inmuebles.