Una investidura de manos libres, una moción de final incierto y una crisis recalentada en el PNV
La semana política arrancó con una cita prevista, la de la investidura de José Luis Rodríguez Zapatero, transitó después por el debate sobre las mociones para expulsar a la izquierda abertzale de los gobiernos municipales, y se cerró con un nuevo episodio, protagonizado por el PNV de Gipuzkoa, que viene a corroborar que si alguna vez las heridas se cerraron, han vuelto a sangrar en cuanto se ha presentado la ocasión.
Zapatero se ha convertido en el primer presidente español desde la llamada transición que precisa de una segunda vuelta para salir nominado. La sesión de investidura se inició con la incógnita de si acuerdos de último minuto permitirían a Zapatero evitar esa segunda votación. Sin embargo, la opción del líder del PSOE ha sido la de presentarse como un gobernante dispuesto a los acuerdos, sobre el modelo del «gran consenso constitucional», pero sin ataduras de partida.
Del debate de investidura lo más relevante es la decisión del presidente español de explicitar la lejanía de postulados con PNV o NaBai, sin dejar espacio a los malentendidos. Esa actitud de Zapatero puede explicarse por diferentes razones. La que más ha resaltado el PNV ha sido la del interés del líder del PSOE de dar prioridad a la relación con un PP que se debate en guerras intestinas y que, a tenor de las intervenciones de Rajoy, estaría dispuesto a cerrar compromisos en materias claves, lo que permitiría al PSOE rebajar el nivel de tensionamiento que marcó la pasada legislatura. En la réplica, por momentos altanera, de Zapatero al diputado del PNV, Josu Erkoreka, cabe ver otras motivaciones. No tanto sujetas a la lógica bipartidista que se impone en la política española, sino más bien a las ambiciones electorales futuras de la fuerza política más votada en la CAV el 9 de marzo: el PSOE.
Abstención a cambio de nada
No obtuvo ni un solo guiño Erkoreka que le permitiera regresar a tierras vascas con una promesa, una actitud conciliadora, en definitiva, con un preludio del entendimiento que tanto apetecen los jeltzales, con el compromiso de partida que tanto urge, en particular al lehendakari Ibarretxe. Tampoco Uxue Barkos se llevó nada más allá de un elogio caballeresco. Sin embargo, y pese a esa actitud cerrada de Zapatero ante las demandas sobre un «acuerdo de convivencia» del PNV, y ante los reproches del «agostazo» del PSN en Nafarroa por NaBai, los representantes de ambas formaciones optaban por abstenerse, sin osar dar un paso más allá y votar en contra, como hizo ERC. Así, tal y como le recordó Zapatero a Erkoreka, Aznar sigue siendo en único presidente que ha contado con el apoyo jelkide en la investidura, hace tan sólo doce años.
La postura del PNV quizás se deba a que se ve esa investidura como un trámite al que deben seguir, ya con las cámaras y los micrófonos apagados, un diálogo de más calado. El voto de NaBai quizás sólo pueda entenderse desde las circunstancias de debate interno que vive la coalición a la que el presidente de EA en Nafarroa y parlamentario de NaBai, Maiorga Ramírez, reclamaba desde las páginas de GARA que aborde la cuestión del sistema de toma de decisiones pero también que «se mantenga fiel a sus principios políticos y a la defensa de nuestros derechos como pueblo».
Mientras en Madrid se procedía a la investidura por mayoría simple de Zapatero, en la Cámara de Gasteiz se llevaba a cabo la reunión en la que los partidos debían decidir sobre la presentación de mociones para desbancar a ANV de las alcaldías que ostenta por mandato popular. Sin embargo, el PNV al que «maltrató» Zapatero en el Congreso de los Diputados no dudó en dar prioridad al entendimiento con el PSE. Así, la reunión en que debían debatirse los planteamientos de cada cual en torno a una iniciativa de la que en el mismo Arrasate existen precedentes poco afortunados para los proponentes, se convirtió en una cita para la ratificación del texto ya pactado y registrado en el Consistorio. PSE, PNV, PP, EA, EB y Aralar se pusieron de acuerdo en que corresponde a la formación más votada encabezar la búsqueda de apoyos que permitan alcanzar la mayoría absoluta que requiere la moción de censura que se atisba tras la «moción de compromiso ético» elaborada por PNV y aprobada con algunos retoques por el PSE. A partir de ahí comienzan los problemas: Madrazo deja en manos de la asamblea local lo que hagan los tres concejales de EB-Zutik en Arrasate. Por su parte, Aralar optaba por deshacer camino y anunciar que no respaldará la moción con la que se trata de entregar la alcaldía al PSE. Finalmente, EA no ve claro el traslado de la moción a otros municipios. A la espera de que se clarifique la situación, el «caso Arrasate» ha tenido un primer efecto en forma de desautorización por el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, al máximo responsable del partido en Gipuzkoa. Sin embargo, la asamblea del herrialde ha cerrado filas con Joseba Egibar, y ha reabierto, de paso, la crisis vivida en las elecciones forales, al fijar responsables de la filtración de la declaración tributaria del frustrado candidato Jon Jauregi e instar al ex diputado general Joxe Joan González de Txabarri y a otros tres cargos en Diputación a que se den de baja en el partido .