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«Si Kambakhsh es ejecutado la democracia morirá en Afganistán»

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Sayed Yakub Ibrahimi periodista

Sayed Yakub Ibrahimi es un periodista independiente que siempre ha destacado por sus valientes reportajes sobre el poder del clero fundamentalista y los señores de la guerra, la famosa Alianza del Norte que luchó con EEUU para derrocar al régimen talibán. Su hermano ha sido condenado a muerte.

Sayed Parwez Kambakhsh es un estudiante de periodismo de 23 años condenado a muerte en Bakh, una ciudad del norte de Afganistán. ¿Su delito? Blasfemia. Se le acusa de insultar al profeta Mahoma por distribuir entre sus compañeros de clase un artículo de internet donde se acusa al Corán de discriminar a las mujeres.

La actividad periodística de su hermano, Sayed Yaqub Ibrahimi, ya les había reportado amenazas de muerte e investigaciones policiales, y no son pocos los que piensan que la acusación contra Parwez no es sino una venganza contra él.

Sayed Yaqub cuenta a GARA, en una entrevista telefónica, cómo evoluciona el caso.

Su hermano está condenado a muerte por blasfemia. Éste es un delito que aquí no existe. ¿Podría explicar a qué se refiere este tipo penal?

No existe una definición exacta de blasfemia. Es más bien un cajón de sastre donde los mullahs fundamentalistas pueden meter cualquier tipo de actividad opuesta a sus intereses. El terrible apelativo de blasfemia se da a actividades muy diferentes y sólo ellos tienen capacidad de decidir cuándo un hecho puede ser considerado así. Es una tipificación penal que únicamente sirve para que estos personajes puedan mostrar su poder y, además, les permite bloquear la democratización de nuestro país.

Pero una condena a muerte es un hecho muy grave. ¿Cómo se desarrolló el proceso?

Los poderes conservadores y los señores de la guerra utilizan en su beneficio los mecanismos previstos por la ley. En el proceso judicial contra mi hermano todo lo que ocurrió fue ilegal. Tras ocho días de detención le obligaron a firmar una declaración en la que se autoinculpaba. El día que le leyeron la sentencia, tres soldados lo trasladaron al juzgado, donde sólo estaban los tres jueces y el representante de la acusación. Durante lo que ellos llamaron “juicio” no hubo ningún abogado, familiar, observador independiente ni nada parecido. Todas las decisiones se habían tomado antes. Durante la vista se limitaron a darle una carta en la cual estaba escrita su sentencia de muerte. Ni siquiera le dejaron decir algo en su propia defensa. Y después los soldados se lo llevaron directamente a la cárcel. Esta forma de actuar demuestra que fue una decisión política y no legal. Su objetivo final era y es dinamitar la libertad de expresión y hacer una demostración de fuerza contra la democracia. 

¿En que momento se encuentra ahora el proceso?

Hemos apelado y hemos llevado el caso a otros dos juzgados. Ahora estamos esperanzados con la posibilidad que el Tribunal Supremo revoque la sentencia. En cualquier caso, desde el 22 de marzo esperamos que se haga público el resultado de la apelación. 

¿Cuál ha sido la reacción de la sociedad civil, profesión periodística... en Afganistán?

Hubo una enorme reacción inmediata de las asociaciones de periodistas, así como de la sociedad civil y de los partidos políticos democráticos. Todas estas organizaciones han estado oponiéndose a la sentencia en los medios nacionales y han convocado manifestaciones. Muchísima gente sin vinculación con ellas, ciudadanos corrientes, se sumaron a las protestas. En la capital del país, Kabul, y en Jalalabad, en el este, se realizaron las mayores movilizaciones. Y la exigencia unánime siempre ha sido la inmediata puesta en libertad de Kambakhsh.

¿Y a nivel internacional?

En el mundo entero, tanto la comunidad internacional como en los medios extranjeros, ha habido una gran respuesta en contra de la sentencia.

¿Qué le pediría al mundo de la comunicación, a nivel internacional, para salvar la vida de su hermano?

Es importante presionar al Gobierno afgano como responsable último de esta situación. También tienen mucho peso las protestas desde todos los medios internacionales. En el Estado español, hay que saber que su Gobierno no ha hecho ningún tipo de gestión ante el afgano, como sí lo han hecho muchos otros países e instituciones (entre ellos Francia, el Parlamento Europeo y la ONU), que han escrito cartas al presidente de Afganistán. Habría que preguntarle por qué no lo ha hecho.

Los medios occidentales describen habitualmente un Afganistán democrático después de la caída de los talibá, pero el caso de su hermano no concuerda con esta descripción. ¿Cual es la situación actual en el país?

Al principio, la situación tras el fin del régimen talibán fue realmente buena para la libertad de expresión, pero después de 2006 todo se ha ido poniendo peor día tras día. El caso de mi hermano demuestra que incluso leer acerca de los derechos de las mujeres (le acusan exactamente de entrar en un blog con esta información) es una actividad peligrosa. Este caso ha sido un trauma para todos los periodistas y ahora los señores de la guerra y los fundamentalistas se están volviendo más y más pode- rosos. Representan un gran peligro para la libertad de expresión y la democracia, pero la comunidad internacional y el Gobierno afgano guardan silencio. Después de la sentencia los periodistas se encuentran realmente atemorizados y evitan escribir artículos críticos sobre ellos.  Muchos pensamos que éste era el objetivo principal de la acusación y no la supuesta blasfemia. Quieren callarme a mí y a cualquier otro periodista que se enfrente a su poder.

¿Cómo afecta este juicio a la situación política afgana?

El caso está en el centro de un fuerte combate entre los mullahs fundamentalistas y la comunidad internacional y los demócratas afganos. Ambos lados creen que si Kambakhsh es ejecutado la democracia morirá en Afganistán. Ahora está en manos de Karzai escoger entre la democracia o los mullahs.

Joan CANELA i BARRULL

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