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Jakue Pascual Sociólogo

Txistulari, pelotari y frikilari

Cuando toda idiotez es buena (Baudrillard), cuando el capital la produce industrialmente (Berardi) y cuando el flujo de imbecilidad dobla al flujo de conocimiento (Deleuze y Guattari), cualquiera puede ser empresario de su idiosincrasia friki

Señoras y señores, pasen y vean monstruosidades nunca antes contempladas! «Os burlaréis, pero por un accidente de nacimiento podríais haber sido como ellas». Lo anómalo pone taras en común en «Freaks» de Tod Browning. «Si yo pudiese crearme a mi mismo de nuevo me haría de modo que te gustase a ti», dice a David Lynch «El Hombre Elefante».

Lo raro, freak, impregna la contracultura y se politiza en un tránsito que va del Beat al «Freak out!» de Zappa. Somos la otra gente. «¡Freaks hambrientos, papá!». Autoparodia y ambigüedad. Los Fabulosos Freak Brothers viajan alucinados por éste y otros universos demasiado absurdos para ser conocidos.

La deformidad y lo extravagante derivan en castellano coloquial hacia el abismo de las obsesiones personales. Todo es friki. Un hobby y una forma de vida pueden serlo. No hay distinción entre un geek fascinado por la tecnología, un digital litterati de la blogosfera, un gamer gosu experto en «Starcraft», un otaku manga, un furry que se junta disfrazado de Pikachu con otros animalitos antropomórficos de su tamaño, que pertenezcas a un exclusivo fandom de adoradores de una pornostar o seas compositor del telesperpento como Leonardo Dantés. La «enciclopedia extremadamente seria» litiga contra una denuncia por «improperios e insultos» y pierde. Campaña pop de apoyo. Alguien había afirmado en Frikipedia que la SGAE es una «organización sin ánimo de lucro» que se dedica a «cultivar coles de Bruselas» y a realizar «actuaciones de intimidación tipo mafia». Biografías de Jesús tergiversadas, Algor-itmos, exposición verosímil de hechos ficticios, parodias de anacronismos, España está en México, Shangai en Donostia y Bush en Tuvalu Ulterior, «Google» se dice Guguel y Yurop es Europa, «La guía del autoestopista galáctico» es la Biblia y Chuck Norris el blanco de sus chistes. «Uncyclopedia» e «Inciclopedia» tres patas para un banco estilo Alfred Jarry. Manifiesto Friki: A un ídem no le preocupan las opiniones, lo suyo es una forma de vida con derecho a serlo, a asociarse con sus iguales, a quedarse en casa, a tener pocos amigos, a no ir a la moda y a dominar el mundo.

«7:35 de la mañana». El Follonero reta y Zp cita a Bardem en el debate. Menéame.net. «Muchachada Nui» y «Perdidos». Rodolfo Chikilicuatre e internet resucitan Eurovisión. ¿Subcultura del escapismo? Cambio de letra: «El Chiki Chiki is a Reaggeton Dance in Argentina, Serbia and Oregón»... «Almodóvar y su baska, en la corte monegasca» (Semana). ¿Lo estrambótico nos acerca al estado anímico de la sociedad o no es más que otra estrategia del marketing? Guerra Naranja. Dimensión ¡Patxiiii! y SOSfreaks. «No, no debe ser», desafina sin ashento, puesss, un coro mutante en la «Euskadi Comanche». El frikismo sube enteros. Tenemos lehendakari Spook y hasta una versión autóctona de la canción de moda.

Cuando toda idiotez es buena (Baudrillard), cuando el capital la produce industrialmente (Berardi) y cuando el flujo de imbecilidad dobla al flujo de conocimiento (Deleuze y Guattari), cualquiera puede ser empresario de su idiosincrasia friki.

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