Victoria Mendoza Psicoterapeuta
Conculcación de derechos en vivo y en directo
Condeno la falta de interés en que haya paz en el País Vasco, la falta de inteligencia política y la conculcación de derechos humanos, que tarde o temprano habrán de conmovernos -y no en un ciclo de cine, sino en juicios más verdaderos y humanos-
Semana de ciclo de cine sobre Derechos Humanos en Donostia. Muchos nos acercamos a ver películas que para algunos resultan un tanto fuertes, con verdaderos dramas humanos. Estás películas hacen su efecto puesto que la gran mayoría sale conmovido por tanto sufrimiento. Y, aun así, yo sigo esperando que algún año de estos pasen alguna películas acerca de la conculcación de derechos en el País Vasco, ya que hasta el momento ninguna habla de tortura y de toda la injusticia que peligrosamente comienza a verse como algo «normal». Esto me hace reflexionar acerca de cómo, para defendernos de nuestro propio dolor, lo negamos, lo ignoramos, lo desviamos, lo proyectamos hacia otros. Es más fácil ver el dolor ajeno, ver el sufrimiento que se vive allá lejos, donde hay guerra, donde hay niños soldado, donde las mujeres son vendidas. Es más fácil ocuparse del dolor ajeno que de nuestro propio dolor. Éste es uno de nuestros tantos mecanismos de defensa para no mirar hacia lo que nos puede hacer más daño.
Los políticos han manipulado con mucha trampa los acontecimientos y los medios de comunicación del Estado español no tienen permitido decir toda la verdad -además de que muchos incluso creen lo que nos cuentan y otros tantos prefieren limitarse a creer y contar sólo lo que les está permitido decir-. Éste es otro mecanismo más de defensa: evitar conflictos, no meterte en líos, hacer como que no ves y no escuchas; así evitas problemas mayores. Más detenciones, incomunicación, tortura, enfrentamientos, estrategias y alianzas políticas deshonestas, ambiciosas y corruptas. Y lo peor de todo esto es nuestra apatía, la de los ciudadanos, nuestros miedos, nuestros resentimientos, nuestros deseos de venganza, nuestra rabia, nuestro dolor, nuestra impotencia... Y lo mejor de todo esto es que los partidos políticos y sus representantes se siguen descubriendo. Sus máscaras van cayendo y sus perversiones quedan al descubierto no sólo delante de su gente, sino de gente de más allá, de otros rincones del planeta, de otros países que saben mucho acerca de injusticias, de corrupción y engaño político. Por tanto la solidaridad es innata, la empatía se da de forma natural y comienzan a ofrecerse como testigos directos e indirectos de este espectáculo político.
Y a falta de condenas, yo condeno la falta de respecto de los políticos hacia los ciudadanos, la mentira, la hipocresía, el engaño, la falsedad. Pero sobre todo condeno la falta de interés en que realmente haya paz en el País Vasco, la falta de inteligencia política y, sobre todo, la conculcación de derechos humanos, que más tarde o más temprano habrán de conmovernos -y no sólo en un ciclo de cine sobre derechos humanos, sino en juicios mucho más verdaderos y humanos-. En terapia tenemos que atrevernos a ver nuestro propio dolor para entenderlo, comprenderlo y sanarlo. Y eso tal vez nos está faltando: atrevernos a ver nuestro verdadero dolor para que, entre todos, podamos sanar el dolor colectivo de Euskal Herria.