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Carlos Aznárez Periodista y director de «Resumen Latinoamericano»

Lugo y el triunfo de los más pequeños

Paraguay tiene su lugar en ese entorno y es deseable que lo ocupe sin titubeos, a diferencia de otros países que se denominan «progresistas» y oscilan permanentemente entre [Lugo] señaló que a partir de ahora la clase política del país no deberá hacer «nunca más política en base al clientelismo»

Sesenta años de dictadura cívico-militar han caído por fin en Paraguay. El siniestro Partido Colorado, el del dictador Adolfo Stroessner y todos sus sumisos discípulos que gobernaron luego en una escalada continuista, acaba de ser pulverizado -por fin- por la movilización popular que, desafiando al fraude y las «campañas sucias», votó masivamente a Fernando Lugo. Diez puntos de ventaja sobre la candidatura oficialista de Blanca Ovelar, y muchos más sobre el ex militar golpista Lino Oviedo, marcan a favor de Lugo la idea de que en Paraguay comienza una nueva etapa donde una imprescindible reforma agraria deberá figurar entre las principales reivindicaciones del nuevo presidente.

Por eso Paraguay festeja y los jóvenes, mayoría fundamental de la población de ese país, se lanzaron a las calles a dar rienda suelta a su alegría.

En esa noche de triunfo muchos recordaron, entre gritos y lágrimas, a los militantes populares asesinados, torturados, desaparecidos y encarcelados de la historia reciente del Paraguay. Evocaron aquellos tiempos de clandestinidad en que muchos de los cadáveres de los detenidos y secuestrados aparecían flotando en el río Paraguay, después que los sicarios de Stroessner los ultimaran a balazos. Otros jóvenes como los que hoy celebran el triunfo de Lugo se enrolaron como guerrilleros en los años 60 y 70 en las organizaciones insurgentes del Partido Comunista, del Movimiento 14 de mayo o del FULNA (con el recordado Arturo López Areco, «Agapito valiente») y también, en la noche de la victoria, se escucharon «presente» para los heroicos integrantes de la Organización Política-Militar (OPM), algunos de cuyos sobrevivientes hoy integran las filas del Movimiento Tekojojá que encabeza Lugo.

En su alocución frente al Panteón de los Héroes, donde se habían concentrado sus seguidores, Fernando Lugo felicitó a los paraguayos y paraguayas, quienes «de manera impecable han participado en esta jornada electoral. Realmente ha sido un comportamiento ejemplar de la mayoría de los ciudadanos paraguayos». En realidad, el nuevo presidente agradecía la movilización que provocó que millones de paraguayos y paraguayas rompieran con las consignas del miedo y fueran a votar masivamente, consiguiendo así un altísimo porcentaje concurrencista -algo impensable en la historia contemporánea del Paraguay-.

Durante su intervención, Lugo agradeció a los que lo acompañaron desde el inicio, y destacó que «los pequeños también están capacitados para vencer». Recordó que, hace apenas 8 meses, «un grupo de soñadores políticos decidimos juntarnos y poner el país en primer lugar», rompiendo así 60 años de hegemonía del Partido Colorado. Señaló que a partir de ahora la clase política del país no deberá hacer «nunca más política en base al clientelismo».

Cuando se dice Paraguay se está hablando de un país donde el 70% de las tierras cultivables están en manos de un 1,7% de grandes propietarios de fincas, de allí que una de las banderas fundamentales de la Alianza Patriótica para el Cambio, coalición liderada por Lugo, sea la reforma agraria integral, que no significa una simple distribución de tierras, sino transformar a los campesinos y los indígenas en sujetos de un nuevo modo de producción.

Otro de los temas fundamentales a poner en marcha es la renegociación de los contratos de las represas de Itaipú y de Yaciretá, ambos firmados en tiempos de dictaduras militares en Argentina, Brasil y Paraguay. Con ese gran paso adelante, los dos primeros países deberán pagar a precio de mercado la energía que hasta ahora la nación paraguaya les vende a precio de saldo.

De esas regalías Lugo piensa obtener el dinero necesario para impulsar la creación de empleos para cien mil familias desocupadas, pensiones para 200.000 personas de la tercera edad y producir contundentes adelantos en temas de educación y salud pública, en un país que hasta ahora ha desdeñado dichas vitales reivindicaciones.

También es vital para la nueva administración dar señales positivas hacia «el otro Paraguay» que hoy está fuera del país real a causa de las sucesivas crisis económicas y años de pauperización. Se trata de una diáspora con la que necesariamente habrá que contar, más allá de que, como dijo el propio Lugo, no es posible engañarse y sugerir que haya retornos masivos. Pero lo que sí es necesario, y Lugo está plenamente convencido de ello, es detener nuevas emigraciones de jóvenes que buscan trabajo en el exterior y que terminan como subempleados en el mejor de los casos.

Por último, la irrupción del nuevo presidente en la escena latinoamericana augura renovadas alianzas con quienes -como Chávez, Morales, Correa y la siempre presente Cuba socialista- están forjando un discurso rebelde y antiimperialista. Paraguay tiene su lugar en ese entorno y es deseable que lo ocupe sin titubeos, a diferencia de otros países que se denominan «progresistas» y oscilan permanentemente entre el Norte y el Sur, de manera oportunista. Entre las primeras llamadas recibidas por Lugo estaba la del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien le felicitó enfáticamente. Ambos coincidieron en «seguir construyendo» la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) «sobre la base de la reivindicación de la historia de la lucha de nuestros pueblos». Además, Chávez le recordó a Lugo su admiración por la historia heroica del pueblo paraguayo, digno heredero de la memoria del mariscal Francisco Solano López. Ambos manifestaron su deseo de reunirse «lo más pronto posible» para abordar los planes de «cooperación y complementariedad» entre las naciones.

Toda una señal a tener en cuenta en la actual hora de un continente que de forma mayoritaria reclama su sitio en el Sur frente al Norte opresor e injerencista.

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