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Raimundo Fitero

Sufridoras

El apoyar públicamente a los ganadores de las elecciones es un buen negocio televisivo. Me refiero a si eres cantante, director de teatro o cine, actor o actriz, y mucho más si eres presentadora, además de periodista, actriz, hermana de actor y director, hija de actor y actriz, y muchas otras variables de oportunismo y que te convierten en alguien que sin haber tenido una notable hoja de servicios artísticos, estás siempre ahí, como una de las que mueve el cotarro.

Yo diría que estas personas que a lo largo de unas escasas décadas las hemos visto celebrando triunfos electorales con diversas formaciones políticas son, en el fondo, unas sufridoras. Debe ser un sufrimiento muy grande no saber nunca en qué foto colocarte, ni a quién aplaudir, ni con quién ir a cenar, y si has apostado mal, tienes que hacer un sobre esfuerzo para recuperar el tiempo y el escalafón perdido. Aquí es más fácil, te dejas caer por el batzoki y aciertas. Una de estas personas, de estas sufridoras, es Cayetana Guillén Cuervo, que lleva años al frente de «Versión española», curiosamente desde los tiempos en los que José Luis Garci fumaba ante la cámara, cenaba con la familia Aznar-Botella y ella, la actriz-presentadora-periodista, era su acompañante habitual.

El programa, es digno, oportuno, tiene sentido como apoyo al denostado y malquerido cine español. Por lógica, si hacen uno cada semana se acaba saliendo, como actor, como director, como guionista. Pero en estos asuntos, con el dinero público hay que tener un poco de cuidado, guardar las formas, y está bien que una demuestre que es amiga de todos, que con todos ha trabajado, pero de ahí a que la otra noche fuera la protagonista de la película, va ese punto en donde empieza la sospecha, la arbitrariedad, el no entender que está muy bien cobrar un buen sueldo del presupuesto y que es una promoción bastante importante, que hasta puede colar que a la vez que se hace un programa se protagonice una serie, pero que en el propio programa colapse todo con su figura, solamente es que el rumor que corre es cierto: le van a dar un secretaría en alguna esquina del Ministerio de Cultura. ¿De qué? De sufridora. Seguro.

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