Ontanaya López vuelve a convertirse en protagonista ante los rojillos
Zarandeados por otro infame atraco
Los de Ziganda sufren en sus carnes otra decisión arbitral injusta -el segundo penalti inexistente consecutivo- que les pone en la picota de la tabla. La distancia con el descenso se ve mermada a dos puntos ante la visita de un Real Madrid que busca ser campeón.
VALENCIA 3
OSASUNA 0
Natxo MATXIN | IRUÑEA
Osasuna se ve otra vez sacudido por la subjetividad arbitral, aunque esta vez con mayor dureza si cabe, dada la altura de la temporada a la que nos encontramos. De nada sirve que la entidad rojilla asuma a regañadien- tes los continuados fallos de los colegiados como si una faceta más del juego se tratara.
Los trencillas, que el año pasado le entregaron un premio a Ziganda por unas declaraciones a su favor tras un encuentro en el que su equipo se vio seriamente perjudicado, no sólo no están siendo justos con quien se lo merece, sino que no dejan de golpear al muñeco rojillo, en una dinámica en la que no puede extrañar que la opinión generalizada hable ya de la existencia de una mano negra.
Osasuna ya venía de un gol válido anulado ante el Recreativo y de una pena máxima inexistente frente al Deportivo. El mosqueo se vio acrecentado cuando Ontanaya López -aquél que señaló penalti mucho después de que se produjera una jugada embarullada en el área entre Elia y Negredo- fue designado para pitar en Mestalla, pero tocó tirar de tópicos para no presionar más al señor de negro.
¡Qué ingenuos! El del colegio castellano manchego se mostró ayer dispuesto a reverdecer antiguos laureles y convertirse en protagonista desde el pitido inicial. Pero sólo para machacar al débil, al equipo que no puede presionar mediáticamente a lo largo de la semana pidiendo su cabeza a gritos. ¿Qué hubiera sucedido si el Valencia se encontrara ahora a sólo un punto del descenso por sufrir un penalti que no lo fue?
Porque lo realmente abusivo no es que Ontanaya estuviera desacertado, sino que lo hiciera de manera descarada y premeditada en detrimento de los rojillos. A las pruebas nos remitimos. Para empezar, la jugada determinante entre Ricardo y Villa, fruto de un envío largo de Miguel desde prácticamente su posición en el lateral derecho, pilló al colegiado por detrás del círculo central.
Nada menos que desde cincuenta metros adoptó una decisión trascendental para el devenir de un choque en el que había mucho en juego. Tras señalar el penalti, a Puñal le comentó que lo había visto clarísimo, aunque no debió ser para tanto porque, en ese caso, también debería haber apreciado que el balón salió despedido en una trayectoria totalmente diferente a la que llevaba el delantero, entre otras cosas porque fue tocado por Ricardo. Una deducción lógica para cualquier trencilla de un cierto nivel, pero ayer no lo había sobre el césped.
Ejemplos palpables
Sólo fue el detonante. La diferente vara de medir determinadas situaciones del juego, caso de fueras de juego o de banda, así como faltas, fue una constante durante los noventa minutos. Quien tenga el vídeo del partido podrá comprobar, por lo menos, otros dos ejemplos que atestiguan la manifiesta arbitrariedad de Ontonaya.
El primero se produjo en el minuto 63 -a esas alturas el encuentro ya estaba ventilado- cuando Puñal peleó una pelota dividida con un rival y, tras golpear claramente en éste, salió por banda. El capitán uhartearra, ya desquiciado por tanto desagravio, se tuvo que conformar con una tarjeta amarilla por protestar lo que parecía del todo evidente.
El segundo originó el 3-0 definitivo. El trencilla manchego, muy estricto con los rojillos cuando se trató de que el esférico estuviera totalmente detenido a la hora de botar una falta, no quiso ser tan quisquilloso con los anfitriones en el 82. Tan claro fue que Villa, quien recibió la pelota de Vicente sin que éste la terminara de parar, estuvo a punto de frenarse, pero acabó por ceder una asistencia de gol a Joaquín, ante la connivencia de Ontanaya.
Un insultante marcador más producto de los delirios de un colegiado que no debió ascender a Primera y que no refleja el actual nivel futbolístico de ambas escuadras. Agachar la cabeza ante tanta adversidad sería darles la razón a quienes quieren ver a Osasuna en Segunda.
Ya no sabe ni qué decir tras los partidos. Han sido tantos los decisivos varapalos arbitrales que ha sufrido su equipo que José Ángel Ziganda ni siquiera entró en cólera por lo sucedido ayer en Mestalla. Eso sí, exigió «un poco de respeto» a los colegiados «porque no pueden ser tan alegres con los rivales y tan rígidos con nosotros».
Ahondando en ello, el técnico de Larraintzar insistió en que su labor «es la de impartir justicia y no lo están haciendo», para asegurar que Ontanaya «se ha metido en la fiesta del Valencia». Interpelado sobre si creía que detrás de esta situación existe una mano negra, respondió que «si pienso eso, tendría que irme de donde estoy».
«No me explico cómo tenemos 40 puntos a estas alturas de campeonato con todas las jugadas desfavorables injustas que nos han pitado. Está claro que hay que seguir pensando en lo que ya dijimos hace unas semanas: que de esta situación salimos nosotros solos. No queremos ayudas, pero tampoco que nos quiten», añadió.
Es en esa línea, en la de contraponer trabajo a injusticias, por la que quiere proseguir su labor Ziganda. «Quedan cuatro partidos y vamos a sacar dos como sea, lo haremos contra viento y marea. Seguir hablando de las actuaciones arbitrales es una guerra perdida, sólo te queda el derecho a patalear».
Trabajo no le va a faltar al preparador osasunista a lo largo de la presente semana, sobre todo para recuperar anímicamente a una plantilla que acabó muy tocada tras el encuentro. «Ha sido una jugada decisiva y definitiva de la que no hemos sabido reponernos. Llevamos unas cuantas situaciones parecidas y es normal que a los jugadores les haya afectado más de la cuenta», apostilló.
GARA