Visualmente es un cruce entre Pamela Anderson, Patricia Conde y la Goldie Hawn del 65. Musicalmente es imposible describirla sin mencionar que se encuentra muy próxima a las formas de Amy Winehouse. Obviar la relación, por manoseada y recurrente, hablaría muy bien del comentarista, pero, objetivamente, faltaría de manera consciente a una comparación que orienta al lector y que delimita con rotundidad el estilo de la galesa Duffy. Descubierta la realidad, Amy Duffy, 23 espléndidos años, no es un pastiche de la otra Amy, sino un casual encuentro estilístico entre dos mujeres capaces de ser, además, otra cosa. La rubia de ojos azul claro debuta con diez canciones sutiles y fieles al soul pasión, pero actualizado con delicadeza y variado talento. Cualquiera que escuche «Rockferry», su debut, quedará prendido de canciones como «Sleeping stone», «Hanging on too long», «Distant Dreamer» o «Syrup & honey». Y de las canciones y vídeos de «Warwick avenue», balada quejosa que nos retrata a una complungida Duffy en un enternecedor único plano de 4 minutos en la trasera de un coche, y «Mercy», con un clip elegante, cool y cercano al soul-mod sicodélico en onda northern soul. Vale, es una chica formal, de buena familia y previsible conducta, pero es compositora y dueña, a su vez, de una dulce, matizada y sugerente voz, que luce hasta sobrevivir con holgura a las garras de la terrible y resabiada Winehouse.