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Raimundo Fitero

Al hombro

Hay estilos que se imponen y se convierten en un expresión que dota de un nuevo rango a lo que se expone. Ahora, la cámara al hombro se ha convertido en una manera de estar más que en una forma de ser. Es indudable que la técnica ha contribuido a que los aparatos se vayan haciendo más manejables, que la calidad de las imágenes ya no es solamente cuantificable por el tamaño, pero diría yo que desde los corresponsales de guerra de hace unas décadas, a los paparazzi de los programas de intimidación a los famosos y sus entornos, la cámara al hombro ha ido haciéndose un hueco perpetuo en los hombros de los cámaras, de todos los programas. Es una realidad: cualquier espacio que salga a la calle, a cubrir una rueda de prensa, a cualquier acto fuera de plató, pero incluso dentro del plató, utiliza la cámara móvil como un subrayado del lenguaje, cuando no como una escritura con mayúsculas inestables constantes, es decir una sintaxis audiovisual donde se permiten o son cosustanciales a su lenguaje las faltas de ortografía que se amplían o corrijen con el montaje.

Parece una obviedad, pero todo aquello que tenga una noción netamente reporteril debe hacerse con cámara al hombro, debe existir una mirada casi subjetiva de lo que nos están ofreciendo y ello va configurando un tejido semántico que le dota de una intención previa a cualquier otro suceso o narración. De tal manera que en la mayoría de las ocasiones está por encima de todo aquello que se diga con palabras.

Por lo tanto, se llame «Callejeros», «El diario de...», o «Reporteros», da lo mismo el nombre del espacio, la cadena o la intención informativa con la que se plantee, lo cierto es que la cámara adquiere un valor testimonial protagónico, y se acrecienta cuanto más se convierte en esos ojos que miran más allá de lo convencional, hasta jugando a la ambigüedad de si son imágenes robadas o tomadas con consentimiento del retratado. Y siempre en silencio, o sin mostrar a nadie, como si fuera autónoma, o como si el hombro no fuera de un periodista sino un simple soporte del instrumento, de la mecánica, de la cámara. Es una transformación de los valores, quizás una trasmigración de periodista en cámara o viceversa.

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