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Un déjà vu sólo para semifinales

Imanol AMIANO

Hace tres años, el Tau aterrizó en Sheremetyevo para disputar su primera Final Four. El novato, aquel Baskonia de Ivanovic, a pesar de que era el líder de la ACB, llegaba a Moscú como primer bocado, casi un aperitivo, para el anfitrión y favorito CSKA, antes de vérselas con el Maccabi. Tras turistear un rato -¡para una vez que uno va a Moscú, la Plaza Roja cerrada por no sé qué cumbre del G8!-, la charanguera afición baskonista sí se tomó su papel de comparsa al pie de la letra y el medio millar de azulgranas cantó y vibró a destajo con un equipo que también se volvió loco.

Porque había cuentas pendientes -había que ver a Ivanovic pidiendo mesura a un Scola que le recordaba al Pato Lukas no sé qué de una concha de un familiar- y así lo celebraron los jugadores baskonistas, eufóricos, correspondiendo a bote limpio el apoyo de los suyos. La marea macabea -mayoría sea la Final Four en Tel-Aviv, Praga, Moscú o Madrid- sonreía condescendiente tras deshacerse del Panathinaikos. Los otros locales, los descamisados rusos blancos de Moscú, desfilaron silenciados y minimizados en el descomunal Olympiysky Arena. ¿Se podía pedir más? Con Jasikevicius, Parker, Vujcic, Baston y demás en frente, ese domingo quizá no.

Tres años más tarde, poco queda de aquel Baskonia del duskismo. Máxima exigencia y máxima intensidad en todo momento, para destrozar al Breogán por 40 en Lugo... o al Benetton -de Siskauskas y Goree, por cierto- por 39 en Treviso. Este Baskonia del espajismo desconcierta. Reconforta tanto como irrita; capaz de gustarse con la cuarta plaza de la ACB en juego y, acto seguido, hacer el ridículo en casa ante el Cajasol. Clasificarse para cuartos de la Euroliga mostrando una autoridad indiscutible y cerrar el Top 16 con una sonrojante derrota en Estambul. Nada que ver con aquel rodillo que para rato se hubiera dejado seis de sus once derrotas ante los equipos luchando por no caer a la LEB. Inimaginable que Betts, por poner un ejemplo para nada al azar, cargara en público contra Ivanovic. Y, de pasar, ciencia ficción que viviera para contarlo.

No estará el inglés. Ni Hansen, ni David, poniendo los ojos en blanco el primero y tratando de razonar el otro ante los fucking tal y fucking cuál de aquel niño grande que, recostados sus dos-diecisiete sobre tres filas de asientos del Tupolev, refunfuñaba de vuelta a Gasteiz después de que el Maccabi les dejara sin argumentos. Sin embargo, este Tau, abúlico y brillante, argumentos tiene para regalarnos un déjà vu. Pero que sea sólo para semifinales.

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