Surf
Surf en Barcelona: una realidad desconocida que no escapa al «desarrollo»
La intención de construir un muro submarino de 25 kilómetros en la playa de la Barceloneta, una de las zonas surfeables con más tradición en la costa mediterránea, ha creado un gran malestar entre la comunidad surfera de Catalunya. Una realidad que se repite continuamente.
Juan Pedro SANSINENEA
El mundo del surf es algo más que una imagen. Es algo más que una industria. Es algo más que un sueño. A veces el surf sale de la postal y muestra la otra cara. La cara de la esencia de este deporte, que no es otra que la necesidad del hombre del contacto y disfrute de la naturaleza en armonía con ella.
Pues eso ha sucedido en una de las metrópolis más importantes de Europa, en Barcelona. Resulta que en esta gran ciudad hay una comunidad de surfistas que día a día miran al mar buscando las olas que en ocasiones les ofrece el Mediterráneo. Con el tiempo, esa comunidad ha ido creciendo y ha mantenido su afición al deporte de las olas a base de sesiones en determinados puntos de la costa catalana y viajes a la costa cantábrica o Portugal.
Pese a su fama de mar tranquilo los surfistas catalanes afirman que el Mediterráneo aporta más de 100 días surfeables al año. Una de las zonas más regulares en oleaje, es la playa de la Barceloneta y las playas limítrofes. Ahí es donde el surf catalán aplaca su ansiedad de olas. Pues bien, el Ministerio de Medio Ambiente en colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona han creado un plan de instalación de diques para que las marejadas de invierno no se lleven la arena de las playas de Barcelona, evitando así que se pierda esa fuente de ingresos como argumento turístico.
En la misma Barceloneta ya se ha creado un dique que prácticamente ha hecho desaparecer las olas. Ahora se pretende levantar un muro submarino paralelo a la costa de 2,5 kilómetros que dejará sin olas a otras cinco playas urbanas del litoral catalán. El problema no sólo atañe al surf. La calidad del agua descenderá notablemente porque el muro afectará directamente a las corrientes de entrada y salida de agua que oxigenan y limpian la costa.
Ante estos hechos el colectivo surfista de Catalunya, apoyado por la ACS (Asociación Catalana de Surf) y otros grupos de deportistas como piragüistas, bodyboarders o skaters han vuelto a manifestarse en contra de la construcción de estos muros submarinos. El pasado domingo, en la playa de Bogatell, entre 200 y 1.000 surfistas (dependiendo de las fuentes) realizaron una vistosa manifestación en la que auguraron -clavando cruces en la playa- la muerte de las olas en el litoral catalán. Otra acción metafórica fue el derribo de un falso muro, levantado para la ocasión, en el Paseo Marítimo. Los surfistas de Catalunya no son inocentes, ni ignorantes de los intereses económicos a los que se enfrentan. Saben que su causa es una especie de pequeño daño colateral ante lo que se puede considerar un fin prioritario para las instituciones. Por lo tanto, no se pretende que no se creen espigones o muros que frenen la fuga de la arena de las playas, sin más. Lo que se intenta demostrar es que hay estudios y empresas alternativas que pueden conseguir que las necesidades de todos se cubran, realizando otro tipo de obras.
No es Barcelona el único ejemplo de esta lucha. En Rodiles (Asturias), en Mundaka y en varias playas de Canarias, se están dando o se han dado situaciones similares. No se trata de un acto de ecologismo egocéntrico, se trata de evitar agresiones irreparables o de buscar alternativas consensuadas que beneficien a toda la comunidad. En la donostiarra playa de La Zurriola, ante la creación del espigón, determinados grupos de surfistas presentaron informes, vídeos y propuestas para evitar un cierre anulador del oleaje. Hoy día, con la playa ampliada, las posibilidades de espacio para todos -dentro y fuera del agua- han aumentado pese a pagar el precio de una pérdida en la calidad de las olas. Ese debe de ser el camino a seguir.
Sunny García vuelve con fuerza
Pasando al terreno de la competición, se ha celebrado el O´neill Highland del circuito WQS de 6 estrellas Prime, en Thurso, Escocia. Los surfistas que venían de competir en bañador en Durban, Sudáfrica, pasaron a surfear con neoprenos de 4 milímetros, escarpines, gorros y guantes. Si en Sudáfrica podían tener la compañía de algún tiburón, en el norte de Escocia sus compañeras de fatigas fueron las orcas y las focas. Allí alcanzó la gloria un australiano casi desconocido, Adam Robertson, que venció en la final a otro Adam autraliano, Adam Melling. Nuestros representantes no brillaron. El bakiotarra Txaber Trojaola cayó en primera ronda y el surfista getxotarra Eneko Acero, en segunda. El zarauztarra Hodei Collazo no pudo acudir por una lesión en un tendón trasero de la rodilla.
Quien sí está destacando en su vuelta a la competición es el hawaiano Sunny García, que este año está realizando el circuito WQS desde las primeras rondas para intentar volver al circuito máximo, el WCT. Llegó a cuartos de final en las gélidas aguas escocesas, que nada tienen que ver con las de su casa, y acumula 3 resultados por encima de los mil puntos que le colocan en el 11º puesto del ránking. Los 7 mejores resultados del año son los que cuentan para estar en ese top 16 que da acceso al WCT y todos ellos tienen que estar por encima de los mil puntos. Sunny vuelve.
El que parece que también puede volver es Aritz Aranburu. Pero eso sí, una vuelta accidentada. Tras su lesión de rodilla y tobillo, la consiguiente rehabilitación y puesta a punto, parecía que todo iba rodado. De hecho, el fin de semana pasado estuvo surfeando en Hossegor y Capbreton olas de entre 2 y 2,5 metros sin problema. Pero el lunes, en Zarautz, volvió a notar un dolor sospechoso en el tobillo tras un mal gesto. Vuelta al CRS (Centro de Rehabilitación Deportivo) de Capbreton y diagnóstico: Elongación de un músculo del tobillo sin afectación de ligamentos. Nada serio, pero 4 días de reposo. Lo que le pone a día de hoy, justo el día en el que parte a Tahití para participar en el Billabong Teahupoo Pro, 3ª prueba del WCT.
Por lo tanto, hasta el domingo no podrá entrenar en aguas tahitianas tras perder casi siete días en los que sólo ha trabajado el tren superior. ¿Estará listo el jueves para enfrentarse a una de las olas más brutales del planeta en plenas condiciones? La respuesta a esta y a otras preguntas, a partir de la semana que viene.