Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social
Hablemos de los piratas éticos
Es más que evidente que los piratas modernos ya forman parte de nuestras vidas. Todos hemos comprobado que existen y son capaces de ponernos en más de un aprieto con sus actos. Hoy en día surcar los mares como antaño no es posible, y cualquier lugar del mismo puede ser inseguro para muchos.
El término nuevo y su correspondiente definición sólo corresponde en estos momentos a los malos, somalíes o los que surcan otros mares, el Pacífico o el Índico generalmente; por lo menos así nos lo pretenden hacer creer los nuevos expertos en la materia, ya que llegados al punto se permiten comparar a los mismos y sus hechos con lo que vivimos en este país. Por supuesto, hablo de la versión oficial imperante de la violencia.
Ante tanta memez y estulticia legal, me pregunto en qué categoría de la piratería estarían los banqueros, el listo del Guggenheim, el de la Diputación de Gipuzkoa o los empresarios que sin importarles la vida de los trabajadores o las condiciones de explotación de los mismos se enriquecen exageradamente. Cómo no, también una ojeada a los que negocian con el dolor ajeno, a los que permiten que miles de millones de seres de este mundo pasen hambre o mueran, los que esquilman la tierra, los ladrones de pensamiento, los sinvergüenzas que asumen el poder que no les corresponde, los que llevan a cabo imposiciones pese a la oposición de la ciudadanía, los que destruyen el mundo muy a nuestro pesar, etc.
Hay piratas legales y más codiciosos, que pueden ser respetables políticos, banqueros, empresarios, religiosos y hasta creadores de opinión, que nos marean con sus barbaridades. Tal vez por ello en los últimos informativos o «programas de opinión» echaba de menos de nuevo que no nos manipularan tanto, porque lejos de los conceptos que aquí cito, y volviendo al mar nuestro, me pregunto por qué no citan las banderas de conveniencia, esos acuerdos internacionales que permiten pescar a uno en todo el mundo y sin embargo a los países pobres les otorgan unas pocas millas.
¿Por qué mientras esquilmamos los recursos marinos reduciendo los stocks hasta el punto de extinguir las pesquerías, por sobreexplotación, nuestros barcos buscan otros caladeros para repetir la jugada? Deberíamos saber realmente las cantidades de pesca que representan 1.400 toneladas de carga de un barco cada vez o las más de 5.000 anuales y comprobar lo que supone esta cantidad en toda la flota de bajura de un puerto grande de nuestro litoral. ¿Podríamos seguir hablando éticamente de los piratas y del riesgo que suponen para nosotros?
No seré yo quien no se solidarice con los arrantzales y lo que han vivido, como con los que se mueren de hambre o sufren guerras que les sirven a otros para robarles de manera legal las riquezas que poseen los más pobres. Tampoco seré quien calle las barbaridades de otros sinvergüenzas ladrones que legalizan sus actuaciones en esta u otra tierra o las miserias de quienes, viéndose ante una cámara, estudian palabras de moda o el guión establecido, obviando lo evidente, que los piratas o impostores legales que hablan mucho de ética pero nos roban hasta la libertad y el pensamiento, aquí o allá, son más abundantes y dañinos.
Curiosamente a estos conocidos piratas los veo día a día en la televisión, en política, en los juzgados, en los bancos, en las empresas, en la calle... a estos no hay forma de controlar ni pedirles cuentas ni razones. Les llaman piratas de guante blanco. Yo piratas éticos.