Alvaro Reizabal Abogado
¿Mociones éticas o ingeniería electoral?
El mapa político se altera por diversos sistemas antes, durante y después de la celebración de las elecciones. Bajo tanta palabra altisonante se esconde un sistema de ingeniería electoral para acceder al poder de manera, cuando menos, no muy escrupulosa
Bajo el eufemismo de «mociones éticas» se está procediendo a una maniobra orquestada de alteración de los resultados electorales de las últimas elecciones municipales. No es la primera vez que ocurre, pues ya en ocasiones anteriores hemos asistido al espectáculo de que concejales en franca minoría y, por tanto, sin respaldo popular, desbancaban a alcaldes que gozaban de amplias mayorías.
En la actual coyuntura se está disfrazando de cuestión ética lo que no es sino un asalto al poder: tratar de conseguir por otros medios lo que las urnas les han negado. Ciertamente en ocasiones anteriores han conseguido ocupar alcaldías por este mismo método, pero no parece que convencieran a nadie, pues elección tras elección la ciudadanía se empeña en que vuelvan a gobernar en esos pueblos, objeto del despojo, los mismos a los que de forma poco ortodoxa se les arrebataron los bastones de mando en ocasiones anteriores. Así pues, desde el punto de vista de llevar a la ciudadanía a posiciones políticas diferentes de las de los desbancados, la operación ha venido constituyendo un fracaso histórico.
Por eso, al comprobar que ahora, otra vez se intenta la misma operación bajo el manto justificador de la ética, uno pueda preguntarse si lo que realmente se pretende es lo que se dice a los cuatro vientos o sencillamente hacerse con una poltrona, con un poder, que las urnas les niegan tozudamente, lo que evidentemente no resulta ni democrático ni ejemplar, por mucho que los promotores del invento nos quieran vender la moto.
Además llueve sobre mojado, porque hay que recordar en qué condiciones se tuvo que presentar la izquierda abertzale a las municipales: legal en unos pueblos y eliminada de la contienda electoral en otros al declararse ilegales sus listas, pese a pertenecer al mismo partido. Las actuales mociones pretenden alcanzar el poder que no alcanzaron ni por el sistema de las ilegalizaciones.
Se utilizan los grandes conceptos como el imperio de la ley, la democracia, la ética, la Constitución para, con esa cobertura, proceder a llevar a cabo actuaciones que parecen más propias de la mera rapiña política. Y así, el mapa político se altera por diversos sistemas antes, durante y después de la celebración de las elecciones. Bajo tanta palabra altisonante se esconde un sistema de ingeniería electoral para acceder al poder de manera, cuando menos, no muy escrupulosa. Incluso hay casos en que quienes acceden a ser alcaldes por estos sistemas son personas que han fracasado en el intento, porque sus vecinos no quieren que sean alcaldes, pero lo consiguen desbancando al elegido de forma natural.
Y si las mociones fracasan estrepitosamente y no se consigue el propósito perseguido, siempre aparecerá en escena la toga de algún Supertramp dispuesto a solucionar el entuerto y judicializar la situación política encarcelando a los mandatarios no desalojados de sus puestos a golpe de moción. El fin justifica los medios.