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Dionisio Amundarain Escritor

Nada nuevo bajo el sol

Con todo, al lado de la frase que encabeza estas líneas, quiero hacer mía la exclamación y el saludo esperanzados de una multitud: Eutsi goiari!

Aunque a uno le cuesta hacer suya esa famosa sentencia del autor famoso, siente periódicamente que la afirmación tiene su miga. Tal me sucede en estos momentos en los que tres fenómenos apabullan mi mente, casi sin poderlos retirar de ella.

Uno es lo que se ha venido en llamar violencia de género. Resulta incompresible que uno maltrate, asesine a un ser que fue querido un día.

Otro es que en el siglo XXI siga vigente, en una campaña electoral, la compra de votos, tal como Zapatero ha hecho, prometiendo a la ciudadanía 400 euros. Uno ha leído más de una vez, con estupor, que los caciques hayan practicado tan depravada conducta. Pero que tal cosa pueda seguir viva en alguien que se precia, hace que uno se desplome moralmente. Máxime cuando lo ve en alguien que se profesa socialista. El problema sube de grado al comprobar que no existe ningún juez que haya considerado tal compra de votos como contraria a la ética más fundamental, como delito; como pretensión, aunque lo sea encubiertamente, de dar continuidad al régimen esclavista.

El tercero es el caso Garzón. ¿No resulta demasiado denunciador el que el Sr. Pastor y compinches se vean en la necesidad de afirmar reiteradamente que una cosa es el poder ejecutivo y otra diferente el judicial? No puedo aplicar al caso el dicho de «excusatio non petita accusatio manifesta» porque en realidad el pueblo, y en este caso el pueblo vasco, es demasiado sensato para no denunciar esa conexión, en España, entre los que se denominan poder ejecutivo (en este caso, concretado en Zapatero) y poder judicial (en este caso me refiero a Garzón). Pero si quienes se empeñan en negar esa conexión no reconocieran el valor de tal acusación, harían oídos sordos a los dichos de la «plebe» (permítaseme el término, consonante con la mentalidad de Zapatero y de Garzón) en lo referente a la relación de quien ostenta el poder («compra de los votos») y de los ciudadanos. ¡Garzón! De triste memoria en tantas ocasiones. Una vez más en la de enviar a la prisión a la alcaldesa de Arrasate . Cuando la estrategia de las mociones de censura, en la maquiavélica política de Zapatero y de Urkullu, no ha podido prosperar, ahí está Garzón. ¡Como que la izquierda abertzale se va a salir con la suya!, dicen. ¡Faltaba más!

Nada nuevo bajo el sol. Tres fenómenos significativos: el macho que defiende su terreno; el Zapatero que se autoconforma no ya representante, sino esencia de la sociedad; el Garzón que hace buenísimas, muy interesadas migas con Zapatero.

Nada nuevo bajo el sol. Una brillante y palmaria plasmación, en el siglo XXI, de la ley de la selva. Pero en la versión de «homo homini lupus» (el hombre para el hombre lobo), con perdón del hermano lobo. Con todo, uno hubiera querido, hubiera deseado ver algo nuevo bajo el sol. Más todavía: lo esperaba.

Uno comprendía perfectamente que no siempre fuera llevadera la vida en pareja. Comprendía que en tales circunstancias se separaran. Hubiera esperado que, separados, hubieran seguido una relación de amistad. Que hubieran seguido compartiendo el interés por los hijos e hijas. Que hubieran seguido compartiendo una relación de amistad con las amistades mutuas. Que hubieran seguido reuniéndose periódicamente haciendo memoria de los bonitos momentos vividos algún tiempo. Que hubieran seguido reuniéndose, los dos, con los hijos e hijas. Incluso con los posibles nuevos esposos o esposas. Hubiera esperado... Hubiera deseado...

Uno hubiera esperado. Uno hubiera deseado que en la campaña electoral se hubiera manifestado de una manera clara y sencilla: en materia económica, privilegiaremos (no como favor, sino como debido por derecho) a los más desfavorecidos; en materia cultural, privilegiaremos (no como favor) la cultura innata de los más desfavorecidos en y por la cultura burguesa; en materia política, privilegiaremos al pueblo, por encima de la clase poderosa, incluso por encima de la clase política, incluso por encima del Parlamento y del Senado; nos comprometemos en tal sentido a pedir semestralmente a la sociedad por votación directa su parecer sobre los tres o cuatro asuntos más graves del momento.

Uno hubiera esperado. Uno hubiera deseado que Garzón hubiera sido más hombre. Que hubiera sido más crítico. Que hubiera sentido en algún momento la tentación de abandonar su profesión, por el hecho de verse obligado a aplicar unas leyes abiertamente injustas. Uno hubiera comprendido que hubiera superado tal tentación basándose en que su plaza la hubiera ocupado otro menos honrado. Uno hubiera esperado y deseado que hubiera hecho una lectura de las leyes más humana, más coherente, más conforme con los derechos individuales y colectivos. Uno hubiera esperado y deseado que, por encima de la ley de la selva, hubiera buscado convertirla en más civilizada.

¡Otro gallo cantaría! ¡Otro sol habría brillado en la mente, en el corazón de todo un pueblo como el vasco! Otras expectativas habrían animado a este pueblo.

Con todo, al lado de la frase que encabeza estas líneas, quiero hacer mía la exclamación y el saludo esperanzados de una multitud: Eutsi goiari! En la dialéctica de ambas expresiones y sentimientos (desesperanza y esperanza), prevalece la ikurriña de esta última.

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