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Reconocen la muerte de 80.000 personas en tan sólo un distrito de Myanmar

La cifra de muertos por el ciclón Nargis va en aumento, al igual que las críticas a la Junta Militar por el retraso en la concesión de visados a las organizaciones no gubernamentales. Las autoridades birmanas informaron ayer de que, tan sólo en el distrito de Labutta, hubo 80.000 fallecidos, lo que da una dimensión de esta catástrofe. Ahora, quienes lograron sobrevivir se enfrentan a las enfermedades, a la mala calidad del agua y a la falta de alimentos.

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Labutta, situada en pleno delta del río Irrawaddy, es la zona más afectada por el paso del ciclón. Tin Win, un portavoz de la Junta Militar afirmó que sólo en este distrito hubo 80.000 fallecidos. Subrayó que la mayoría de las 63 aldeas que rodean la capital siguen totalmente anegadas. El Gobierno, no obstante, no confirmó este dato y mantiene las cifras provisionales de 22.980 fallecidos, 42.119 desaparecidos, 1.383 heridos y más de un millón de damnificados. Tanto Labutta como las regiones colindantes de Pegu y Rangún, y los estados Karen y Mon siguen en estado de emergencia.

La ONG Save the Children calculó que el 40% de los muertos o desaparecidos son niños. Su director en Myanmar, Andrew Kirkwood, comparó esta tragedia con la del tsunami de 2004 en Aceh. Explicó que los vientos huracanados provocaron olas de hasta siete metros de altitud en muchas partes del río Irrawaddy. Añadió que el acceso a muchas de estas zonas está limitado por el mal estado de las infraestructuras, por lo que sólo se puede llegar en embarcaciones. Las líneas de teléfono permanecen cortadas aunque algunos móviles funcionan.

Ahora, las mayores amenazas para los supervivientes son las enfermedades -ya de por sí, la malaria y el dengue son males endémicos en esta zona-, la falta de agua potable y la escasez de alimentos, cuyos precios se han disparado por la especulación y la creciente demanda.

Kirkwood advirtió de que si la ayuda «no llega pronto» estas localidades, «el número de muertos continuará aumentado». Testigos relataron que pueblos enteros están sumergidos por la crecida de las aguas y que los cuerpos se acumulan en las raíces de los manglares.

Un portavoz de la ONU subrayó que una superficie de alrededor de 5.000 kilómetros cuadrados está sumergida. «Hay miles de cadáveres flotando en el agua y un millón de personas necesita ayuda urgente», remarcó Richard Horsey desde Bangok. Destacó que se están produciendo las primeras muertes por la mala calidad del agua.

Además, cuando ésta deje de moverse, la cantidad de mosquitos aumentará y los desperdicios podrían atraer a las ratas. Entretanto, la ayuda internacional comienza a visualizarse, aunque con cuentagotas. Desde la ONU hasta las ONG han criticado a la Junta Militar por retrasar la concesión de visados. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático apeló a la Junta para que permita la entrada de la ayuda humanitaria «antes de que sea demasiado tarde».

Dos equipos del Fondo de Naciones Unidas para la infancia llegaron ayer a Myanmar, pero únicamente pudieron suministrar pastillas potabilizadoras.

Médicos Sin Fronteras, que ya ha empezado a repartir alimentos y productos básicos, reclamó más visados para reforzar su presencia y los materiales.

Toda ayuda es poca. Así, una agencia de asistencia médica británica ha transformado un crucero de lujo en un hospital flotante. El Pandaw IV, que normalmente transporta a turistas por el río Irrawaddy, será utilizado para distribuir agua limpia y suministros médicos.

«Su casco poco profundo significa que podrá llegar a más gente y mucho más rápido. Esto es vital dado que el riesgo de brotes de enfermedades aumenta cada día», dijo la presidenta de Merlin, Carolyn Miller.

EEUU, «INDIGNADO»

Estados Unidos dijo estar «indignado» por la tardanza del Gobierno birmano en autorizar el envío de ayuda. Pero esta presión contrasta con la imposición, hace una semana, de otra ronda de sanciones.

pocos visados

Tras las protestas de setiembre de 2007, protagonizadas principalmente por monjes budistas, la Junta Militar es aún más reticente a dar visados y los periodistas suelen entrar en el país con visado de turista.

La Junta se muestra reticente a abrir sus puertas a occidente

Mientras que el hambre, la sed y la enfermedad amenazan a cientos de miles de supervivientes, los militares brimanos frenan la llegada de los trabajadores humanitarios extranjeros, considerados una amenaza. Atrincherado desde hace dos años en la capital, en Naypyidaw, que significa «estancia de reyes» y a unos 400 kilómemtros de Rangún, el Estado Mayor rechaza todas las críticas procedentes del exterior.

Desde 1962, los militares ejercen un poder absoluto en el país. En un gesto «excepcional» para uno de los países más aislados del mundo, han aceptado ayuda extranjera, aunque con ciertas condiciones. Para el analista birmano Win Min, refugiado en Indonesia, los largos y pesados trámites burocráticos para la obtención de visados no es algo excepcional. «Es una manera de poner de manifiesto que tienen el control del país», subrayó.

La propuesta de Washington de utilizar los medios de la Marina estadounidense para las operaciones de ayuda, no ha convencido en absoluto a la Junta, sometida, de hecho, a duras sanciones económicas por la Administración Bush y la Unión Europea. «La cúpula militar ve con preocupación que las agencias humanitarias y sus aliados occidentales, en particular, EEUU fomenten un cambio de régimen», manifestó Zarni, profesor en la Universidad de Oxford En su opinión, Myanmar prefiere claramente la ayuda de sus vecinos asiáticos, sobre todo de la ASEAN, de la que forma parte junto a Tailandia, Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Brunei, Laos y Camboya. GARA

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