La presión a Hizbulah lleva a Líbano al abismo de otra guerra
Beirut y otras zonas del país eran escenario ayer de combates abiertos entre Hizbulah y milicianos sunitas pro-gubernamentales en Beirut y otras zonas del país. La espita ha sido esta vez la ofensiva gubernamental contra la organización chiíta en vísperas de una huelga general. El trasfondo, un polvorín alimentado por los planes de EEUU e Israel en la región.GARA |
La larga crisis política en Líbano estalló ayer en enfrentamientos armados en varios barrios mixtos (sunitas-chiítas) de la capital, Beirut, entre partidarios del Gobierno pro-occidental y seguidores de la oposición.
Los enfrentamientos, en los que ambos bandos utilizaban armas automáticas y lanzagranadas RPG, estallaron en la céntrica zona de Corniche Masra, en el paseo marítimo de Beirut, y se extendieron a los barrios de Rasl el-Nabah, al-Juri y Barbur.
El canal «Al Jazeera» difundía imágenes de combates en la capital, en las que se veía edificios atacados y se escuchaban continuos tiroteos y explosiones. No se informó de heridos aunque los civiles se refugiaron en sus casas y eran visibles grupos de frantotiradores en las azoteas.
Sí los hubo en el valle de la Bekaa y en Trípoli, donde a medida que pasaba la jornada se extendieron los combates.
Tras una víspera de conatos cada vez más frecuentes y peligrosos, los enfrentamientos estallaron tras una comparecencia del líder de la organización chiíta Hizbulah, Hassan Nasrallah, quien calificó las recientes actuaciones del Gobierno pro-occidental de Fuad Siniora contra el grupo opositor como una «declaración de guerra».
En una video-conferencia transmitida en directo desde un complejo de la barriada sur chiíta de la capital, el jeque advirtió de que «nuestra respuesta a esta declaración de guerra es nuestro derecho a defendernos, a defender nuestra existencia y nuestras armas».
La mayoría pro-occidental que está detrás del Gobierno de Siniora -una coalición de fuerzas sunitas, cristianas, falangistas y drusas- votó el martes en una sesión maratoniana el desmantelamiento de la red de telefonía de Hizbulah, un sistema de comunicaciones que el Partido de Dios usó con gran eficacia para hacer fracasar la ofensiva israelí de verano de 2006.
En la misma línea, el Gobierno ha destituido al responsable de la seguridad del aeropuerto internacional de Beirut, el chiíta Wafiq Shukair, tras el descubrimiento de unos sistemas de vigilancia con cámaras de vídeo de la carretera al aeródromo.
«El martes negro»
En la retina de todos, el 23 de enero de 2007, fecha que en Líbano se recuerda como «el martes negro», cuando una huelga general degeneró en graves enfrentamientos armados.
Y es que esta nueva crisis ha estallado en el contexto de una huelga general convocada por los sindicatos y secundada ampliamente por la oposición para exigir incrementos salariales equiparables al brutal incremento del coste de la vida.
La huelga general, reprimida y obstaculizada por el Gobierno, se convirtió en una jornada de movilización contra las medidas arbitradas para desarmar a Hizbulah. Sus partidarios bloquearon la carretera al aeropuerto de Beirut.
La mayoría de los vuelos seguían ayer cancelados y sólo cuatro aviones pudieron despegar con destino a otras capitales árabes y a París.
Hiizbulah cuenta con el apoyo del líder cristiano maronita Michel Aoun, quien recordó que desmantelar la red de comunicaciones de la organización chiíta equivale a desarmarlo, tal y como exigen desde hace meses tanto EEUU como Israel.
Las fuerzas pro-gubernamentales respondieron al bloqueo del aeropuerto cerrando la carretera principal del valle de la Bekaa hacia la frontera siria, concretamente la carretera entre Chtaura y Baalbeeck, feudo de Hizbulah, y la carretera desde Beirut al sur de Líbano, mayoritariamente chiíta.
Fuentes independientes reportaron enfrentamientos entre los chiítas de Amal (otro grupo opositor) y milicias drusas en el oeste de la capital.
Líbano está sumergido en la crisis política más grave desde el final de la guerra civil en 1990. Sigue sin presidente desde noviembre del año pasado y EEUU presiona para que sea imposible un acuerdo de reparto de poder entre Gobierno y oposición en el multicomunitario País de los Cedros.
EEUU y la ONU aprovecharon para arremeter contra Hizbulah y su fortaleza como movimiento de resistencia nacional. El Consejo de Seguridad llamó a la calma y mostró su apoyo a las «instituciones» multicomunitarias del país.
El máximo líder de la coalición que sostiene al Gobierno pro-occidental libanés, Saad Hariri, instó al dirigente de Hizbulah, Hassan Nasralah, a que «ponga fin al sitio a Beirut», escenario de crecientes y graves enfrentamientos que incluían asaltos armadas a sedes políticas pro-gubernamentales.
En una aparente marcha atrás sobre sus últimas decisiones, Hariri planteó un pacto que consideraría las decisiones del Gobierno un «malentendido», en referencia a la decisión del gabinete de esta semana de declarar ilegal la red de comunicación y destituir al jefe de la seguridad del aeropuerto de Beirut.
«Lo que está pasando es un crimen y debe parar inmediatamente», añadió el hijo del ex primer ministro, Rafic Hariri, líder sunita con vínculos con Arabia Saudita muerto en atentado -atribuido por EEUU a Siria- en febrero de 2005. Hariri apostó por una salida negociada a la crisis de la elección de presidente -apuesta no compartida en los últimos meses por su grupo parlamentario-.