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Tono grave en Cannes, entre la matanza de Sabra y Chatila y la cárcel argentina

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GARA | CANNES

La guerra y la prisión fueron los elementos pincipales de la primera jornada a competición del Festival de Cannes, en la que se proyectaron «Waltz with Bashir», del israelí Ari Folman sobre el papel de Israel en la matanza de palestinos en Sabra y Chatila (Líbano, 1982), y «Leonera», del argentino Pablo Trapero, una sólida y dura película sobre el drama de una joven encarcelada y la relación que desarrolla con su hijo.

La película israelí es una original reflexión en forma de documental animado, formato que era el único posible a juicio de Folman para contar una historia de «recuerdos, sueños, alucinaciones y subconsciente» tomando protagonistas a los soldados que estaban cerca del lugar de los hechos. Según la película y según su director, que defienden las tesis del Gobierno israelí, los responsables fueron únicamente los falangistas, que buscaban venganza tras la muerte en atentado de su líder, el presidente electo, Bechir Yemayel. «La responsabilidad directa de la masacre no fue de Israel», insistió Folman al ser preguntado, aunque sí reconoció, y por ello hace un mea culpa en el filme, el papel pasivo determinante que jugó el Ejército israelí.

Respecto a «Leonera», destaca la interpretación de su protagonista, Martina Gusman, llena de matices en su papel de Julia, una joven acusada del asesinato de su novio y que ingresa en prisión, donde nacerá su hijo Tomás. Su paso por la cárcel supone toda una transformación y de ahí la elección del título de la película, que significa «lugar de tránsito», término usado en especial en Argentina para las zonas de las prisiones por las que los presos pasan para ser trasladados.

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