La maestra y el maquis
«Los días del pasado»
Las televisiones y los medios de derechas se afanan en resucitar el mito franquista de Marisol, para así enterrar a la Pepa Flores comprometida ideológicamente, que compartió una importante andadura personal y artística con el bailarín Antonio Gades. La pareja protagonizó hace treinta años «Los días del pasado», que sigue siendo una de las mejores películas de Mario Camús. El cineasta cántabro supo moverse a sus anchas en el paisaje montañoso de su tierra, con esa innata vocación artesanal que siempre ha guiado su manera de hacer cine, y que le ha permitido obtener resultados creativos que nada tienen que envidiar a las obras de autor. En aquella época era mejor director que guionista, por lo que la película encuentra su pulso en la realización y no tanto en el equilibrio argumental. La magistral fotografía de Hans Burman, erigido en amo y señor del bosque, añade el dramatismo violento y la abrupta belleza de la asilvestrada vida del maquis.
En su momento recuerdo que fue muy duramente criticado el impecable vestuario que lucía Pepa Flores, considerado impropio para una maestra rural de la época de la posguerra. Particularmente, no me parece un error, sino un medio para remarcar el espíritu de modernidad de la protagonista, forzada a adaptarse a un entorno inmovilista marcado por el final de la Guerra del 36. Ella vive una constante lucha contra la historia escrita por los vencedores, en paralelo a su hombre, que siguió combatiendo en Argelia durante la II Guerra Mundial, hasta terminar refugiado en la sierra como guerrillero contra la dictadura. La descripción de ese ambiente oscuro dominado por el miedo y la falta de libertad es justa y precisa, pues resulta asfixiante en sí mismo y se refleja en los pálidos semblantes de los que lo sufren. En medio está la historia de amor imposible, con los encuentros furtivos de la pareja de amantes, que se sienten vigilados y no pueden expresar sus sentimientos de un modo natural.