La paradoja del lehendakari
Iñaki IRIONDO
En su declaración tras el ataque contra la casa cuartel de Legutio, el lehendakari, Juan José Ibarretxe, insistió en la condena moral y política a los atentados de ETA, al tiempo que, una vez más, remarcaba su inutilidad. Para qué sirve la actividad de ETA, se preguntaba, antes de responderse a sí mismo con un «para nada, absolutamente para nada».
El lehendakari debiera ser, entonces, más coherente consigo mismo. Cuidar de que sus hechos coincidan con ese discurso. Porque cabe recordar que la última oferta política que ha trasladado a José Luis Rodríguez Zapatero -o, mejor dicho, al electorado de la CAV- es el fruto inconcluso de un proceso de negociación política puesto en marcha por ETA y el Gobierno español; y, más concretamente, de una iniciativa, la de las conversaciones de Loiola, surgida del empeño de la izquierda abertzale.
La bandera que ahora enarbola el lehendakari no es el resultado del buen hacer del PNV. Iñigo Urkullu reconocía hace una semana que la receta del PNV para resolver el conflicto fue el Estatuto y «casi 30 años después, seguimos donde estábamos», según sus propias palabras. Entre tanto, desde el PSOE dicen sin rubor que lo de Loiola «queda como un referente de cara al futuro, pero como una negociación con el PNV queda extraño». Es decir, aquello es para lo que es, y «para negociar con el PNV ya está el Parlamento», como afirma el interlocutor Jesús Eguiguren.
En los últimos tiempos está siendo precisamente el lehendakari quien con más frecuencia pregunta al aire por qué todos los gobiernos españoles se han sentado a negociar sobre el derecho a decidir de Euskal Herria con ETA y no con las instituciones autonómicas. Ibarretxe sabe la respuesta y debería resolver la paradoja.