Jesus Valencia Educador Social
PNV, el seductor seducido
Josu Jon, en su empeño por seducir a Zapatero, ejecutó mil veces la «danza del vientre». Erkoreka, sin llegar a tan sensuales contorneos, utiliza la tribuna parlamentaria para lanzarle guiños cómplices: sonrisas que pretenden ser insinuantes y metáforas tomadas del mus que aspiran a ser graciosas
Zapatero e Ibarretxe empuñan sus respectivos floretes. Juego de esgrima donde no hay riesgo de que la sangre llegue al río y que se prolongará hasta la próxima cita electoral; las fintas y estocadas no son más que recreo de amiguetes que viven compinchados. Espectáculo mediático en función de sus respectivos electorados -¡morbosos ellos!- que disfrutan con la bronca aunque sea simulada. Ambos espadachines saldrán ganando si el espectáculo presenta visos de afectada dureza.
El PSOE no necesitó del PNV para investir a Zapatero pero, como gestor del Estado, sí necesita de él para gobernar estos feudos. Y los jelkides, conocedores del papel que juegan en el control del Reino, se avienen a desempeñar cualquier faena -por sucia que sea- con tal de salvaguardar sus pactos. Estamos percibiendo el hedor colaboracionista que despide Sabin Etxea. Josu Jon, en su empeño por seducir a Zapatero, ejecutó mil veces la «danza del vientre». Erkoreka, sin llegar a tan sensuales contorneos, utiliza la tribuna parlamentaria para lanzarle guiños cómplices: sonrisas que pretenden ser insinuantes y metáforas tomadas del mus que aspiran a ser graciosas. El clima de buen rollito impregna los entornos del PNV: conmovedora la escena del gentil ertzaina saludando al falangista. O las nuevas imágenes de hermandad entre las diversas policías españolas, ya sean azules, verdes o rojinegras. «Todos somos uno» en represiones salvajes o en homenajes. Las mociones «éticas» constituyen uno de los ejemplos más ilustrativos de la disponibilidad jelkide. Lo que PP-PSOE acordaron en sus contubernios antidemocráticos, lo ejecuta con entusiasmo un PNV servil.
Imaz lo definía como «arte de seducir». Su pretendido pragmatismo, voluntad pactista, vocación negociadora, transversalidad...son una herencia enve- nenada de servidumbres e intereses; triste legado de conocidos predecesores. La estrategia del EBB reencarna a Sota, el que propugnaba acuerdos con el Estado para salvaguardar sus negocios navieros. Recoge el pensamiento de fray Engracio, opuesto a la confrontación con Madrid y partidario de una acción social en clave de Comunión Nacionalista. Reitera el compromiso de los jeltzales que garantizaron a UCD colaboración plena en la imposición de la reforma. Recoge el eco de Julio Jáuregui, que arrancó aplausos frenéticos en el Senado al proclamar: «Creo interpretar al Pueblo Vasco cuando rindo homenaje a S.M. el Rey, motor de la libertad de los pueblos y de la convivencia pacífica». Sobra decir que tanta flexibilidad y galantería terminan en las escalinatas del poder. Con el pueblo llano, sobre todo si le interpela, el PNV es bastante más inflexible y riguroso.
Los batzokis formulan estos días una pregunta recurrente y amarga: «Si somos sus aliados incondicionales, ¿por qué el PSOE nos trata con displicencia?». La pregunta lleva implícita la respuesta: el Gobierno utiliza al PNV pero no lo respeta. Debieran recordar la insultante metáfora que les dedicó Alfonso Guerra, a cuya casa sirven con tanto empeño: «Son como los cerdos; cuando gruñen, basta echarles algo de pienso y enseguida se callan».