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Gustavo Duch Guillot Veterinarios sin Fronteras

Autonomía alimentaria

La soberanía alimentaria asegura una alimentación sana, permite un mundo rural vivo con agricultores, combate el hambre en los países en vías de desarrollo, y también protege contra la especulación con los precios

Aclaremos las cosas. La crisis alimentaria actual tiene causas coyunturales (los agrocombustibles, la creciente demanda mundial de carne y la especulación financiera con los alimentos) y causas estructurales, las de fondo, las que verdaderamente importan y las que apenas se mencionan. Esta crisis es el resultado de treinta años de políticas a favor del libre mercado que obligaron -con sus instrumentos de «tortura» el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio- a desmantelar el apoyo público a las producciones nacionales de alimentos.

Se ha alcanzado un mercado globalizado donde un cultivador de arroz haitiano debe competir con las transnacionales arroceras que, ellas sí, consiguen subsidios directos e indirectos para la exportación.

Datos al respecto. México lleva 14 años de relaciones libres (el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica) con EEUU y Canadá. Desde entonces ha pasado de ser un país autosuficiente en maíz y con capacidad para exportarlo a ser dependiente de la importación de EEUU. Actualmente, México importa el 30% de su consumo de maíz.

Hasta 1992 los agricultores de Indonesia produjeron soja suficiente para proveer su mercado doméstico. El tofu hecho con soja y el «tempeh» son parte importante de la dieta diaria en todo el archipiélago. Siguiendo la doctrina neoliberal, el país abrió sus fronteras, permitiendo que la soja barata de EEUU inundara el mercado destruyendo la producción nacional. Hoy, el 60% de la soja que se consume en Indonesia es de importación.

En el oeste de África, una región con potencial suficiente para producir sus propios alimentos, estas décadas neoliberales han incrementado su déficit alimentario un 81%, aumentando la importación de cereales un 102%, la de azúcar un 83%, las de productos lácteos un 152% y las de aves un 500%.

En definitiva, las políticas neoliberales han destruido la capacidad de los países de alimentarse a sí mismos generando una dependencia de los mercados externos que deja a los pueblos y naciones desprotegidos y sin capacidad de reacción frente a las fluctuaciones de precios y cualquier factor que afecte a la estabilidad del mercado alimentario internacional.

A la espera de que se ataquen estas causas estructurales (por ejemplo, recuperar mecanismos de regulación y de protección de la agricultura nacional, como las tasas a la importación para evitar las importaciones baratas que arruinan a los productores locales o el restablecimiento de reservas de cereales para estabilizar el mercado interno), tenemos experiencias muy cercanas a favor de un modelo de soberanía alimentaria.

El matadero de Erralde y sus políticas han decidido salvaguardar la producción local de carne y favorecer la venta directa entre el productor (pastores y baserritarras) y los minoristas. Mientras los ganaderos integrados en modelos intensivos (la mayoría dentro del Estado español) son víctimas del aumento de precios de sus insumos (el grano y el combustible) y que no pueden repercutir en sus precios, pues están sujetos a las duras condiciones de los distribuidores, el modelo Erralde y una ganadería sostenible les permite mantenerse al margen de estas crisis. Erralde está pagando los mejores precios a los productores sin suponer un sobrecoste excepcional a los consumidores.

La soberanía alimentaria asegura una alimentación sana, permite un mundo rural vivo con agricultores, combate el hambre en los países en vías de desarrollo, y también protege contra la especulación con los precios.

© Alai-amlatina.

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