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La construcción destruye otra vida

La muerte de un vecino de Elgorriaga en unas obras de Doneztebe pone de nuevo en el punto de mira al sector de la construcción. Posiblemente es en este sector en el que se concentran de manera más clara el conjunto de factores que favorecen la alta tasa de siniestralidad. Es un sector con un nivel de subcontratación desbordado, particularmente exigente en cuanto a ritmos y horarios de trabajo, que acoge a un número creciente de trabajadores sin la debida cualificación, que ofrece un empleo muy poco estable, lo que propicia que se deban aceptar condiciones que no favorecen la seguridad... Esos factores, en todo caso, no surgen de la nada, sino que se cimentan en reformas laborales tendentes a flexibilizar en extremo el mercado de trabajo y en políticas del suelo especulativas en las que a la codicia del sector privado se suma la escasa voluntad del público por poner orden en el sector.

A partir de ahí, la existencia de una ley de riesgos laborales es papel mojado, cuando no se dota de los medios para prevenir los accidentes, primero mediante la inspección y después desde la adopción de sanciones lo suficientemente convincentes como para hacer desistir a los constructores de mantener formas de trabajo que fomentan a las claras la siniestralidad. No puede aceptarse como una fatalidad que la construcción destruya vidas todos los días.

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