Casi medio siglo después, el garaje de los veteranos The Sonics resucita y se reinventa en Bilbo
La sala Santana 27 de Bolueta acoge el próximo sábado el excitante bolo de los reivindicados pioneros del garaje, The Sonics. Completan la fiesta los madrileños Los Chicos y los catalanes the Meows, junto al Dj Indio.
Anartz BILBAO | BILBO
Formados a principios de los 60 en Washington (Estados Unidos), The Sonics debutaron en 1965 con el álbum «Here are the Sonics», en el que facturaban un sonido actual. Antes habían grabar su primer single, «The Witch», con Buck Ormsby, de The Wailers. Cuatro años y dos trabajos más tarde, el quinteto formado por el frontman Gerry Roslie, el saxofonista Rob Lind, y los hermanos Parypa (bajo, guitarra y batería), que fue punk antes que el mismo punk existiera, expiró su último aliento y se deshizo en un salvaje grito, como si fuera uno de sus temas, que nunca pasaron de los tres minutos.
Un año más tarde que su debut y con el mismo sello, Etiquette, llegó «Boom», tras el cual ficharon por Jerden y limaron su áspero sonido para editar su último lanzamiento, «Introducing The Sonics». Cuarenta años después de su disolución, la banda se vuelve a juntar y en marzo actúa por primera vez fuera de los Estados Unidos, en Londres. Mañana volverán loca a la congregación del Primavera Sound en Barcelona y el sábado incendiarán la sala Santana 27 de Bilbo, como cuando el rock & roll destilaba peligro.
Reivindicado hasta la saciedad, el quinteto garagero por excelencia actualmente llega a plantearse la grabación de material nuevo, algo que raramente ha salido bien en aventuras de este tipo. Mejor desbarrar en directo con sus gritos y versiones de Chuck Berry, Little Richard o Bo Diddley, o con gemas explosivas como «Psycho», «Strychnine» o «The Witch». En 2004, el sello Munster editó un recopilatorio llamado «The Jerden Years, 1966-1969», que contiene el tercer y último trabajo de la banda así como dos de sus singles más aclamados hoy, porque en su día «éramos demasiado salvajes para las emisoras de la época», según Gerry Roslie.
Programado inicialmente en el Kafe Antzokia, las entradas se agotaron con prontitud y el concierto se trasladó buscando la amplitud de Santana 27, a la que llegan directos de Barcelona.